Lo prometido...
El Hotel Kafka nació de una idea que rozaba la utopía y por la que muchos no daban un duro. Hoy confieso, con vergüenza, que estaba entre los escépticos que, hace unos dos años, fruncieron el ceño con extrañeza al saber que iba a abrirse en el corazón del barrio de Chueca un lugar concebido com punto de encuentro para aficionados a la literatura. Se van a estrellar, pensé con pena cuando pasé por primera vez ante el hermoso edificio de la calle Hortaleza donde tuvo su imprenta Pérez Galdós. Quizá porque la idea me parecía demasiado fabulosa como para funcionar. Fue Rafael Reig quien me explicó detenidamente el proyecto de Edu Vilas y Miguel Roig: crear un sitio donde pudieran impartirse talleres de escritura, donde se celebrasen conferencias y presentaciones, cursos monográficos, encuentros en torno al libro. ¿Y tú crees que eso puede funcionar?, le pregunté a Reig, quien meneó el bigote con aire misterioso de agente secreto bien infiltrado entre la gente normal.
Dos años después, el Hotel Kafka se ha consolidado como uno de los referentes de la cultura en Madrid, y también como mi segundo hogar, porque, además, está muy cerca del primero. A los que no lo hayais hecho, os invito a visitar su web www.hotelkafka.com , y a los que vivir en Madrid, os sugiero que os paseis un día por las instalaciones del Hotel. Tienen una pequeña librería, una máquina que hace un café riquísimo, un saloncito para improvisar tertulias, un punto de book crossing y media docena de aulas que, de octubre a junio, están a tope. Hay talleres de lectura y de escritura, y cada semana se presentan un par de libros en las dependencias del Hotel. Allí celebramos la concesión del Premio Logroño a Martín Casariego, y el casi Planeta de Ángela Vallvey, y aplaudimos a los últimos Ateneos.
Gracias al Kafka he conocido a gente estupenda, como el generoso Pedro de Paz - veo por todas partes su Documento Saldaña - , el alegre Loren o al propio Edu Vilas, con quien he iniciado una amistosa contienda en un concurso de albóndigas caseras. He profundizado en mi amistad con David Torres, a quien gracias al Kafka veo con más frecuencia, y descubierto a dos o tres autores que alguien ha tenido a bien poner a mi alcance. Cuando el ruido de una obra hizo imposible el trabajar en mi casa, la dirección del hotel me prestó una habitación para que mi novela no se estancase, y en estos meses cada vez que he necesitado un rato de desconexión he sabido a dónde dirigir los pasos: en el Hotel Kafka siempre hay alguien con quien pegar la hebra.
Por eso no os extrañe que hable del Kafka. Es mi casa, y la vuestra. Así que, los que todavía no os hayáis dejado caer por allí, daos una vuelta.
Etiquetas: "Hotel Kafka", Ángela Vallvey, David Torres, Edu Vilas, Martín Casariego, Miguel Roig, Pedro de Paz, Rafael Reig