sábado, 18 de diciembre de 2010

Haciendo ( o no haciendo) el parvo

Alfredo Conde, autor de una de las más bellas novelas en gallego de los últimos treinta años - "Xa vai o grifón no vento" - acaba de declarar que al escribir en gallego los últimos veinte años estuvo "haciendo el parvo" (para quien no lo sepa, parvo en gallego significa lerdo, tontaina, tolai...). Alfredo añade después que escribir en gallego no es rentable. No voy a contradecirle: él sabrá. Pero vayan algunas precisiones.

Como regla general, uno debería escribir en el idioma en el que mejor lo haga. De darse la utopía - porque eso es lo que es - del bilingüismo absoluto, lo preferible es hacerlo en el idioma que le salga del corazón.

Suena cursi, así que rectifico: si puede hacerlo, que cada cual escriba en el idioma en que le dé la gana.

Es cierto que el público objetivo de los creadores gallegos es muy reducido: una comunidad de ochocientas mil personas no es el terreno mejor abonado para contar con un hueco editorial. Ocurre lo mismo a los autores de otras lenguas minoritarias por cuestión de población. A los rumanos. A los finlandeses. A los búlgaros.

Los autores que escriben en lenguas que están en inferioridad numérica tienen que asumir que, o bien no van a venderuna escoba, o bien necesitarán una dosis extra de talento para abrirse camino en el proceloso mundo de las letras. Aalto Passilina no ha tenido problemas para contar con muchos lectores. Tampoco Mircea Eliade, ni Tzvetan Todorov. Su talento era capaz de saltar por encima de obstáculos tan impracticables como la inferioridad de condiciones de su idioma.

Con los autores gallegos pasa igual: ni a Manuel Rivas, ni a Domingo Villar - por poner solo ejemplos de autores de grandes ventas - les afecta mucho el hecho de escribir en un idioma que no se habla más que un una comunidad autónoma que limita con Castilla, Portugal y - mar por medio - América y Gran Betaña.

El problema es que, por culpade un puñado de señoras y caballeros con unacara muy dura y, sobre todo, de una recua de políticos oportunistas y cobardones pertenecientes a la Xunta de Manuel Fraga se dejó crecer la especie de que el erario público gallego tenía la obligación de compensar la inferioridad numérica de los gallego parlantes y, en consecuncia, las limitaciones del mercado editorial para los escritores en gallego. Se abrió, pues, una veda demencial de ayudas públicas sin tasa, subvenciones y compras desmadradas de libros que se morían de vergüenza en los almacenes de la Consellería de Cultura.

Se decía que así se estaba ayudando al sistema editorial y a la cultura gallega. Yo creo que la mejor forma de cargarse una cultura es la de fomentar la estulticia y el todo vale en lugar de la excelencia. Por qué, en vez de comprar docientos ejemplares de un poemario infumable cuyo único mérito eera estar escrito en gallego normativo, no se invertía la misma cantidad de dinero en proveer todas las bibliotecas púbicas gallegas de un número suficiente de ejemplares de "¿Qué me queres, amor?", de "Morning Star", de "Galván en Saor" o de "Ollos de auga"? ¿Por qé no se fomentaba, con dinero público, las traducciones de autores que hubiesen sido rentables también en castellano? Respuesta: porque lo otro era más fácil: "publique usted lo que le salga de los cataplines, que si está en gallego oficial se lo compramos y punto". Cuando llegó el bipartito y la Conselleríade Cultura se convirtió en Talibanciñolandia, allí fue Troya. Como muestra postrera del disparate, aquel famoso viaje a Cuba con sopotocientos escritores que viajaron gratis total a tomar mojitos y a bailar sabroso porque, como comprenderá cualquiera, promocionar el libro gallego en un país donde: a) no se habla gallego y b) los libros cuestan el sueldo de un mes es,simplemente, una forma divertida de tirar el dinero. Eso sí, muchos se lo pasaron de coña.

Esta actitud perverasa, inventada por el siempre irresponsable Pérez Varela y disfrutada por aquella señora del BNG de la que nunca más se supo contribuyó a crear un sistema perverso donde sobrevivían demasiados autores que vendían más libros a la Xunta que a los lectores.

Cuando llegaron las vacas flacas y las nuevas políticas culturales, cuando se cerró este grifo desmadrado, muchos clamaron a gritos por lo que consideraban derechos adquiridos. Es lo que pasa cuando a uno lo acostumbran mal.

Entre los autores que escriben en gallego hay gente de todas clases: hay buenos y malos escritores, buenas y malas personas, tipos y tipas con talento y otros que no saben lo que es eso. Como en cualquier otro idioma del mundo. También hay un grupúsculo de intransigentes que quieren ver en la literatura su coto privado, su reino de Taifas, donde nadie venga a meter cuchara. Son los mismos que pusieron el grito en el cielo cuando Alfredo Conde ganó el Nadal con una novela que escribió en castellano porque le salió de... de....

Ahora, Alfredo cae del caballo, ve la luz, se disgusta, se indigna. Desde la admiración que le profeso y el cariño que le tengo, le aconsejo que se olvide de soflamas y se dedique a escribir como él sabe hacerlo (muy bien), y en el idioma que le salga de adentro. Amigo mío, mal estás si vas a dejar que te marquen el paso unos melones que no saben ni donde están, que viven anclados en la época de Maricastaña y que no soportan el éxito ajeno.

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sábado, 11 de diciembre de 2010

Ver el fuego

Hoy, el diario "El progreso" traía una noticia que llamó mi atención: dos adolescentes habían sido detenidos acusados de provocar incendios y quedarse luego a ver como los apagaban. De alguna forma tengo la impresión de que eso ha sido lo que ha hecho el gobierno en el dichoso caso de los controladores: encender el fuego.

No cabe duda que el de los controladores es un colectivo de privilegiados. Unos señores que, en el País de los Sueldos Ridículos, cobran sueldos desproporcionados incluso para la Unión Europea. Unos señores - y señoras - que pasan muchas menos horas en el tajo que cualquier bicho viviente. Para defender sus privilegios, hablan de responsabilidad y estress. No pongo en duda ni uno ni otro. Pero ¿no está estresado un Guardia Civil en Intxaurrondo? ¿El conductor de un autobús escolar? ¿Y el cirujano que lleva catorde horas de guardia y de pronto entra un accidente de tráfico y tiene que operar a un herido a vida o muerte? ¿Ese no está agotado?

A estos personajes había que ponerles coto, y el ministerio de Fomento ha cogido el toro por los cuernos. Hasta ahí, muy bien. Pero aprobar el decreto de la discordia en vísperas de un puente para que sean los sufridos ciudadanos los que apaguen la fogata del fuego de la ira no parece lo más apropiado. Llevan ocho meses negociando con unos tipos que son más bien poco proclives al diálogo. ¿Era necesario armar el Belén en vísperas de un puente?

Gracias a loschicos de César Cabo - que, tras los recientes acontecimientos ha perdido parte de su chulería y hasta de su sex appeal - estuve a punto de verme atrapada en el aeropuerto de Alvedro. Me libré por los pelos. Al día siguiente salía paraGinebra, y ese vuelo sí que no pude tomarlo. El país estaba colapsado, el puente echado a perder y España ofreciendo al mundo una imagen propia de república bananera. Los pirómanos encontraron la forma de volver las aguas a su cauce en una discutible operación que empieza a cuestionarse como institucional. Rubalcaba comunicó la declaración del Estado de Alarma - en un acto sin precedentes, pues es fácil entender que un auncio de esa gravedad corresponde hacerlo al Presidente del Gobierno - y los aviones empezaron a despegar. Ante la amenaza de despido o trullo, a los controladores se les pasó la gripe, el cansancio y todo.

Con un día y medio de retraso volamos a Ginebra. Borges decía que Ginebra era el mejor lugar del mundo para ser feliz, y pasé dos días intentando averiguar porqué. Me gustó la ciudad vieja, y la vista fabulosa del Mont Blanc desde el melancólico lago Lehman, pero encontré Ginebra gris y algo sucia, horriblemente cara y mortalmente aburrida. Los precios convertían en un chollo la vida en ciudades como Londres, París o Nueva York. A pesar de todo, lo pasamos muy bien.

Desde allí, y gracias a mi bendito iphone, pude leer el discurso inolvidable que leyó Vargas Llosa en vísperas de recoger el Premio Nobel. Ni una sola de las líneas que pronunció eran huecas o prescindibles. Imposible concebir una mejor forma de homenaje al libro, a la literatura y a la valentía personal y política.

Al volver, como siempre, trabajo atrasado y muchos planes. Esta semana, presentación de un libro de la Fundación Proniño en el que he colaborado; la entrega a Juan Goytisolo del Premio Quijote; un viaje a Pozoblando para participar con José Angel Mañanas en una mesa sobre literatura y cine, y la presentación en la Academia de la Nueva Ortografía. Y, entre medias, espero que Rafael Reig encuentre tiempo para celebrar con un desayuno su triunfo mejicano.

Por cierto, unos minutos de publicidad: si queréis comprar vinos EXCEPCIONALMENTE BARATOS, visitad: www.topvino.es
Hay verdaderos chollos.