Prejuicios
Esta mañana tenía una intervención en la tertulia política de Cuatro. Como es habitual, fui a maquillarme y a peinarme (chapa y pintura: muy necesario), y al acabar me encontré con un compañero, Juan Antonio Papell. Nos saludamos y nos íbamos juntos a la sala de invitados a esperar nuestro turno para entrar en plató.
- Espera, voy a recoger mis cosas.
Cogí mi bolso y mi abrigo, y busqué los periódicos que llevaba. Me di cuenta de que alguien había cogido mi ejemplar de "El mundo" y lo había dejado junto al espejo ante el que se desmaquillaba Alessandro Lecquio.
Sin encomendarme ni a Dios ni al diablo, cogí el ejemplar.
- Es mío - comentó entonces con un hilo de voz el tertuliano de Ana Rosa, ex de Ana Obregón y de unas cuantas más.
Miré al hombre de arriba a abajo antes de decirle con una sonrisa condescendiente.
- Es "El Mundo"
- Ya... - me dijo - es mi ejemplar. Mira...
Y me señaló sus iniciales. Justo en ese momento me di cuenta de que mis dos periódicos, "El mundo" y "El País" estaban cuidadosamente doblados dentro de mi bolso "oversize". Me puse colorada y acerté a balbucear una excusa.
- No importa - me dijo el conde Lecquio - los periódicos son todos iguales.
Salí de la sala de maquillaje colorada como un tomate y acompañada de las carcajadas de Papell, que había sido testigo de mi ridículo.
Claro, había dado por supuesto que un italiano guaperas no lee periódicos, y si había alguno a menos de diez metros de donde él estaba, tenía que ser por equivocación.Lo suyo, en el mejor de los casos, era leer el Hola.
Los prejuicios existen, incluso en personas que presumimos de no tenerlos.
Recuerdo que, hace muchos años, una profesora de inglés repitió media docena de veces la pregunta "Can you ride a horse?" ante una niña de una familia humilde, que siempre contestaba "Yes, I do". La profesora de impacientó.
- A ver, María... ¿sabes montar a caballo?
Y aquella niña mal vestida y algo torpe, que no parecía en absoluto la clásica cría miembro de un club de hípica, contestó
- Sí... es que mi abuelo tiene tres caballos.
Esta semana, toda la red se enamoró del artículo "El negro" escrito por Rosa Montero que cuenta como una chica cree que un chico africano se está comiendo su comida, cuando en realidad es ella la que está comiendo la de él. Rosa asegura que la historia es verdadera, pero a mí ya me la habían contado en varias versiones: una chica con un viejito y una caja de galletas, un profesor universitario con un rastafari y una bolsa de patatas... la historia impora poco. Lo que cuenta es la anécdota.
Yo tuve hoy mi ración y mi lección. Quizá dentro de un tiempo, esta historia se convierta en leyenda urbana. Recordad, pues, esta versión que yo os cuento, que es la auténtica y la verdadera.
- Espera, voy a recoger mis cosas.
Cogí mi bolso y mi abrigo, y busqué los periódicos que llevaba. Me di cuenta de que alguien había cogido mi ejemplar de "El mundo" y lo había dejado junto al espejo ante el que se desmaquillaba Alessandro Lecquio.
Sin encomendarme ni a Dios ni al diablo, cogí el ejemplar.
- Es mío - comentó entonces con un hilo de voz el tertuliano de Ana Rosa, ex de Ana Obregón y de unas cuantas más.
Miré al hombre de arriba a abajo antes de decirle con una sonrisa condescendiente.
- Es "El Mundo"
- Ya... - me dijo - es mi ejemplar. Mira...
Y me señaló sus iniciales. Justo en ese momento me di cuenta de que mis dos periódicos, "El mundo" y "El País" estaban cuidadosamente doblados dentro de mi bolso "oversize". Me puse colorada y acerté a balbucear una excusa.
- No importa - me dijo el conde Lecquio - los periódicos son todos iguales.
Salí de la sala de maquillaje colorada como un tomate y acompañada de las carcajadas de Papell, que había sido testigo de mi ridículo.
Claro, había dado por supuesto que un italiano guaperas no lee periódicos, y si había alguno a menos de diez metros de donde él estaba, tenía que ser por equivocación.Lo suyo, en el mejor de los casos, era leer el Hola.
Los prejuicios existen, incluso en personas que presumimos de no tenerlos.
Recuerdo que, hace muchos años, una profesora de inglés repitió media docena de veces la pregunta "Can you ride a horse?" ante una niña de una familia humilde, que siempre contestaba "Yes, I do". La profesora de impacientó.
- A ver, María... ¿sabes montar a caballo?
Y aquella niña mal vestida y algo torpe, que no parecía en absoluto la clásica cría miembro de un club de hípica, contestó
- Sí... es que mi abuelo tiene tres caballos.
Esta semana, toda la red se enamoró del artículo "El negro" escrito por Rosa Montero que cuenta como una chica cree que un chico africano se está comiendo su comida, cuando en realidad es ella la que está comiendo la de él. Rosa asegura que la historia es verdadera, pero a mí ya me la habían contado en varias versiones: una chica con un viejito y una caja de galletas, un profesor universitario con un rastafari y una bolsa de patatas... la historia impora poco. Lo que cuenta es la anécdota.
Yo tuve hoy mi ración y mi lección. Quizá dentro de un tiempo, esta historia se convierta en leyenda urbana. Recordad, pues, esta versión que yo os cuento, que es la auténtica y la verdadera.
Etiquetas: Alessandro Lecquio, Las mañanas de cuatro, Rosa Montero
4 comentarios:
pues yo si tengo algunos prejuicios,en el caso que se menciona pues francamente creo que este individuo y todos los de la epoca dorada de la telebasura son bastante poco recomendables vamos,creo que alguno tambien "colo" un libro y despues ya ves no pasa nada ,segun dices sigue en activo -no me digas donde por favor- todo esto no tendría importancia si no constituyeran el empleo de tiempo libre de una inmensa o por lo menos de gran numero de personas,a lo mejor lo he cogido por donde no era en fin estoy seguro que a los antropologos les encanta el hola y todas las celebridades se aburren y no por eso vamos a dejar de ser civilizados,los prejuicios son sociales las relaciones personales,son cosas distintas
point
se acabo el debate de los derechos de autor? vaya todos los piratas tienen una isla secreta y parche en el ojo
Marta, no te engañes, seguro que se ha equivocado de día y buscaba el "LOC" o "EL crónica" por si en la sección de sociedad alguien hacía mención a su reportaje de esta semana en el "Hola". Ahora bien, no te quepa la menor duda, si de aquí unos años alguien cuenta una cosa así, tendré clara la fuente :)
Besos querida.
Buff, reconozco que tengo prejuicios, y la experiencia me ha demostrado que si prejuzgas te equivocarás habitualmente, aunque son inevitables. No me gustan los lagartitos del lacoste, salvo que sean falsos, no me gustan los que conducen coches de alta gama ni los que trabajan en un banco, no me gustan los escritores que no escriben, no me gustan los cantantes que no cantan, no me gusta la moda, aborrezco a Ramoncín, odio a los políticos, desprecio a los periodistas, y ni siquiera me gusto a mí mismo...
Por otro lado, amo a Rita Hayworth, a Charles Chaplin, adoro a Hart Crane, admiro a Marilyn, me gusta Extremoduro y me encanta Elvis y Barbara Stanwik, lloro siempre con ¡qué bello es vivir!, y sobrevivo gracias a tres personas y a la poesía.
Y como dice Estopa: no se puede prejuzgar, pero sí se puede juzgar, si al conocer a una persona te dices: este tío es un gilipollas.
jajjjjajajaajjj
que cosas pasan en la tele...
Apertas!
Cristina.
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