Vaya semanita
Balance del día del libro: en Barcelona, regulín regulán, como era de prever. Fantástica la fiesta del Qué leer y encuentro con viejos amigos, como Lola Beccaría, Verónica Vila San Juan o Javier Sierra y su mujer Eva, que me dan la buena noticia: piensan trsladarse a vivir a Madrid, y les gusta mi barrio, así que a lo mejor hasta acabamos siendo vecinos. Lo celebramos en el desayuno brindando con zumo de naranja - del natural ¿eh? - antes de que Javier inicie el día con una firma multitudinaria.
Yo, más modesta, me apaño en mi puesto de Fnac Triangle. Aparece una señora mayor que me pregunta por Asha Miró.
- Por aquí no la he visto
- ¿Y cuándo viene?
- No lo sé, señora
- Pero ¿va a venir, verdad? Es que he venido hasta aquí sólo para verla a ella
Pud añadir "porque tdos ustedes me traen al pairo", pero no lo hizo, cosa que agradezco. Se dio una vuelta y volvió.
- ¿Ha llegado Asha?
En mi misma mesa, Federico Moccia, Bernardo Atxaga y media docena de autores catalanes frman sus libros, pero de Asha Miró no hay ni rastro.
- Pues tednría que estar aquí. ¿Cuándo llega?
Me doy cuenta de que la buena señora sospecha que he atado y amordazado a asha Miró, la he metido en un sótano y he usurpado su puesto en la mesa de las firmas, así que antes de que llame a los Mossos le pido a Puri Plaza, que se pasa la mañana conmigo, que se entere de dónde demonios está la señorito Miró. Vuelve dciendo que Asha no firma hoy, y armándome de valor le comunico a la pobre mujer la cruda verdad. me mira, trsite, y se aleja, me temo que no del todo convencida de mi inocencia.
Transcurre la mañana. Recibo la visita de algún lector - nadie sabe cuánto se agradece - y lo paso en grande con mi compañero de aventura- desventura, Juan Luis Cano, uno de los genios de Gomaespuma. Firmo poco pero me río mucho, y quedamos en vernos más adelante. Luego, otra firma en un puesto colocado por el metro. Un poco mejor que l primera firma, pero tampoco para echar cohetes. Eso sí, me llevo una bronca en catalán de un señor airado que me reprocha que no disponga del horario de autobuses. luego llega una chica empeñada en llevarse una botella de agua que hay dentro del puesto.
- ¿De quien es el agua?
- No lo sé
- ¿me la da?
(Momento de incertidumbre)
- Pues mire, no se la puedo dar, será de alguno de los trabajadores
- Bueno pues démela a mí.
(Momento de "me estás empezando a tocar las narices)
- Mire, yo no sé de quien es el agua, pero como no es suya, ni mía, no se la puedo dar.
- ¿Y dónde dan las botellas?
- No tengo ni idea
Contengo las ganas de enviarla a meter la cabeza debajo de uno de los chorros de la Fuente de Canaletas. Por suerte, una lectora, Mariam, viene a hacerme una visita y se me pasa el mosqueo con la plasta del agua. Dan las dos, cojo un taxi, me planto en el Prat con el tiempo justo para tomar el puente aéreo. Llego a mi casa, suelto la bolsa, me cambio los zapatos altos por unos mocasines y voy a la Librería La Regenta, donde tengo una firma. Hay un pequeño concierto de violín, que acaba cuando yo empiezo a firmar. Isabel, la librera, ha convocado a clientes y amigos, y reparte copas de vino, refrescos y galletas. Y firmo. Mucho. Unos cincuenta ejemplares, entre unos títulos y otros. La gozada padre. Hablo con lectores y con Marisa, la dueña de la librería, que ha elegido el día del libro para reaparecer después de haber estado pachucha. Paso una tarde estupenda, y me despido con abrazos sinceos.
La siguiente parada es en el Hotel Kafka, donde el bueno de Edu me ha organizado otra firma. Vienen alumnos del Hotel, habituales, algún lector. Un chico me trae un ejemplar manoseado de "en tiempo de prodigios", y se disculpa por el estado del libro, sin sospechar que para un autor no hay nada más grato que firmar sobre un libro que se ha leído varias veces, un libro vivo, dulcemente ajado. Luego, concerto de jazz, y remate de jornada con cerveza y gambas en la cervecería Santa Bárbara. Me meto en la cama a las doce y media y me quedo como un leño.
Al día siguiente, presentación en Lugo de la mano de mi amigoJorge Vivero. La gente lo pasa bien: establecemos un dia´logo sobre la novela, nos reimos, nos llevamos la contraria. Veo un montón de caras amigas. Están Palbo y mari cruz, Carmen, Bea, Bety, Úrsula, Sonia, ... También parte de mi familia y las madres de algunas amigas. Es jugar en casa. Firmo muchos libros. Ana trae seis ejemplares de "La importancia de las cosas" y me dice "me vas a odiar", pero no puedo creer que hable en serio. Hay amigos que se proponen que el libro vaya bien, y lo regalan a diestro y siniestro. Viene Pisuska, que fue la mejor amiga de mi madre. Y Lola, la madre de una gran amiga que se nos fue hace cuatro años. Hablamos de Cecilia, su niña querida, que está preciosa y es alegre y lista como era esa madre a la que casi no conoció. Hay momentos para emocionarse, y este es uno de ellos.
El sábado, firma en Eroski. No fue tan bien como hubiese querido, porque la gente del Centro se volcó. Quedamos en repetir experiencia en Navidades. Y así se acabó la semana del 23. El domingo por la noche, al llegar a casa, noto el pulso muy acelerado y un raro dolor en el pecho. Así que el lunes, tras dar dos charlas en un colegio, me voy al hospital. Un electrocardiograma descarta males mayores, pero el veredicto es claro: el cuerpo se está quejando. Así que ha llegado el momento de tomarse las cosas más tranquilamente, de olvidarse un poco de firmas y ventas, y descansar. Por eso esta será una semana casi sabática. Ya tocaba.
Etiquetas: "La importancia de las cosas"