"Sombras"... y otros libros.
Lo he pasado muy bien escribiendo este texto, entre otras cosas porque escribir para adolescentes supone una suerte de regreso al lugar perdido de los quince años. Cuando uno crea un personaje como Valeria Oriol, a la fuerza debe volver a la adolescente que fue una vez. Y, la verdad, es ese el único modo en que consentiría en volver a la etapa de la juventud. Me bastó en su momento.
Si queréis saber algo más de "Sombras", podéis leer el blog de su protagonista en
www.valeriaoriol.blogspot.com
Si alguno tiene curiosidad, ya sabe... El libro, por cierto, lo edita Destino Infantil y Juvenil, de forma que todo queda en casa.
Me llegan por correo desde Belgrado diez ejemplares de "El inventor de Historias" que se ha traducido al serbocroata. Pasados los primeros momentos de emoción al ver mi nombre y el nombre del libro escritos en otro idioma, surge la duda sobre qué hacer con esos libros que nadie que conozco está remotamente capacitado para entender. Finalmente me quedo con uno de forma testimonial, Marcial se apropia de otro y reservo otros dos para mi padre y mis tías. El resto vana ocultase en la última balda de la estantería del pasillo, a la que se accede por medio de una escalera de mano, y a donde van a parar los volúmenes que sé que no voy a leer nunca.
Por mi parte, leo otras cosas. Ayer por la tarde, una recopilación poética que bajo el título "El árbol rojo" ha hecho mi amigo Andrés Rubio. Andés ha tenido la mágica idea de reunir en un volumen una serie de maravillosos poemas para celebraciones laicas. Los hay para bodas, para funerales, incluso para dar la bienvenida a un niño (me niego a llamarlos bautismos laicos). Hay versos de Juan Ramón Jiménez, de Pedro Salinas, de Stevenson, de Gabriela Mistral... hasta cuarenta autores capaces de aumentar nuestra emoción en un momento especial, en un momento hermoso. Hace años, asístí a la boda civil de uno de mis mejores amigos. Nunca, en toda mi vida, había participado de una ceremonia tan rotundamente descafeinada y triste. Otro gallo habría cantado si el oficiante hubiese leído, por ejemplo, el poema "Quienquiera que seas, cogiéndome ahora de la mano" de Walt Whitman:
"O acaso contigo, navegando en el mar o en una playa del mar, o en alguna isla tranquila / Aquí te permito que poses tus labios en los míos / con el largo beso del camarada o el beso del nuevo esposo / pues yo soy el nuevo esposo y yo soy el camarada"
Paso la mañana del domingo leyendo "33 días", de León Werth. Este autor y periodista francés, de trayectoria escasamente reconocida, ostenta un honor indudable: es a él a quien Antoine de Saint Exupery dedica su libro "El principito". Pero no es por eso por lo que recomiendo la lectura de este texto corto (apenas 160 páginas) que publica Veintisiete Letras; los recomiendo porque es una crónica intensa y personal de la huida de París tras la entada ominosa del ejército alemán. Lo recomiendo porque está lleno poesía, de pensamientos a veces amargos, a veces edificantes y emotivos. Lo recomiendo porque me obsesiona la certeza de que hay por el mundo centenares, miles de libros como el de León Werth, y que nos los estamos perdiendo.
Etiquetas: "Sombras", Andrés Rubio, El Arbol Rojo, Leon Werth, Valeria Oriol