jueves, 23 de octubre de 2008

O único que queda é o amor

Hace unas horas, un jurado de diez personas - una de ellas era yo - eligió esta novela de Agustín Fernández Paz como ganadora del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Confieso que voté por ella desde la primera ronda. Es un libro maravilloso, tierno, lleno de poesía y de amor a la palabra escrita. Por eso creo que acertamos doblemente al elegirlo como ganador. Leedlo, por favor. Aunque merece la pena hacerlo en su versión original en gallego, hay una traducción al castellano publicada por Anaya.

Hace un par de días quedamos a comer Martín Casariego, David Torres y yo. Martín ha descubierto una sencilla casa de comidas en el último piso de un edificio de la Calle Farmacia, donde hacen una fabada de esas que se te saltan las lágrimas. Así que allí nos fuimos Torres, Casariego y yo, dispuestos a soslayar la amenaza del colesterol y del cuidado de la línea.
- Aviso: yo quiero fabada. Sólo fabada - dije yo, que creo en las cosas claras
- ¿No pedimos un entrante?
- Yo, ni de broma, que me como las croquetas y luego dejo la mitad de las fabes en el plato. Vosotros a lo vuestro, y yo a lo mío: ración de fabada y punto.

Mis amigos hicieron caso de mi sabio consejo, y pedimos sendos platos de fabada, una barra de pan y una botella de sidra. A nuestro alrededor almorzaban jubilados, una pandilla de señores entrados en edad y seis señoras que hacía tiempo habían dejado atras la cincuentena. Éramos, con mucho, los más jóvenes de todo el local. De hecho, y aunque no dije nada, me di cuenta que al entrar el resto de la parroquia nos miró desde la convicción de que nos habíamos equivocado de sitio. Pero de eso nada: con la fabada no se juega.

Durante la comida hablamos de la crisis, porque somos así de originales,y también de la columna de David Gistau en "El Mundo". Gistau se alegraba de que media docena de Premios Nobel apoyasen al pobre de Roberto Saviano, al que la mafia está amargando la vida, pero se preguntaba a qué esperan estos señores tan listos para solidarizarse con Raúl Guerra Garrido o con Fernando Savater, a quienes ETA lleva años haciendo la vida más que imposible.

- Es que meterse con la Camorra es mucho más agradecido. Al final, se mueven sólo por la pela, y por eso es lícito ponerlos a parir. No piden la independencia, ni pueden presumir de presos políticos... así ya se puede meter uno con ellos. - decía David Torres, compartiendo los argumentos de su tocayo Gistau.

Como ya habíamos entrado en el tema de los monstruos,seguimos con ellos y hablamos de novelas de miedo. Mientras Martín aseguraba preferir Drácula, David y yo confesamos nuestra fascinación por Frankenstein

- Es que es una idea bestial: fabricar un hombre con los miembros de muchos hombres muertos.

Recordamos el título original: "Frankenstein o el moderno Prometeo".

- Pero lo mejor de todo es que es un libro excepcional hecho por una escritora mediocre - insistía David - porque Shelley era mala, pero mala con ganas.

- A mí la que me gusta es "Doctor Jeckyll y Mr Hyde" - decía Martín mientras David nos echaba miradas asesinas al comprobar que no éramos capaces de rematar la fabada. Yo seguí dando la tabarra con el Frankenstein de Shelley, pero David se pasó al bando de Martín para defender al doctor Jeckyll sobre todas las cosas.

- Y ¿"El hombre invisible"? ¿No os gustaba "El hombre invisible?"

En ese momento me di cuenta de que recordaba muy mal el libro de HG Wells. Lo leí hace tanto tiempo, que al querer rememorar la historia se me vienen a la cabeza las imágenes de la película, cosa que no me ocurre con Frankenstein, con Drácula o con el Dr Jeckyll. Quizá porque ninguna de las películas que recrearon a esos monstruos tienen la calidad de "El hombre invisible". ¿Quien no recuerda la famosa escena del pobre protagonista dejando sus tristes huellas en la nieve recién caída? No me atrevo a decirlo en voz alta, pero creo que quizá la película de James Whale es incluso mejor que la novela de Wells. Quizá porque las imágenes conseguidas son incluso más poderosas que la historia: nos lanzan en picado sobre el drama del hombre que no existe, o que existe sólo a medias porque nadie le puede ver.

Instantaneamente, y sin compartirlo con nadie, pienso en Roberto Saviano, abocado a la soledad y el exilio, a pasar el resto de la vida huyendo de la muerte. Haciéndose invisible en su patria y materializándose en una tierra distinta. Y pienso en otros, en la largalista de hombres y mujeres condenados a la autoexclusión, al alejamiento, a la triste condición de apátridas. ¿Hay peor forma de invisibilidad? ¿Una manera más cruel de demediar a una persona?

Nos acabamos la fabada y la sidra, y prometimos repetir la comida dentro de quince días, cuando nos hayamos recuperado de la digestión de la boa.

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3 comentarios:

Blogger León de Biedma ha dicho...

Una cita que nos concita aceitosa. Termino en el término del territorio de mi dormitorio de leer erguido el último timo mórbido diamantino del morboso sorteador de citas, ergo, el eremita de otros rostros, Truman Capote, que me lanza un idem con demónica vida en Tyffany´s
"terminar una novela es como sacar un niño al patio y pegarle un tiro",
y entiendo que dar punto y final a una novela es asesinar la inocencia y poner un puto final al término del termino hoja final, the end, fuckend weekend!!!!
o fue lo que fue un desa-fue-ro!!!

24 de octubre de 2008, 9:52  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Yo voto también por Dr.Jeckyll/Mr. Hyde,y es que Stevenson es Stevenson.Del hombre invisible no sé nada:ni peli ni libro,sólo el mito.
También es curiosos de la mafia lo de que se vea como algo folclórico,tanto que allí te venden recuerdos,camisetas,llaveros...¿Os imagináis que aquí vendiésemos souvenirs de la ETA? Es demencial. Y El padrino no es excusa (aunque sí que lo es,creo).Os requeterecomiendo una película (en realidad son dos),"La mejor juventud" y "Los años soñados".No es que vaya de la mafia,es que la trata un poquillo y por eso me he acordado.Casi habla más de las brigadas rojas.Pero no va de eso.
De la soledad del perseguido por ETA vi hace poco "Todos estamos invitados",de Manuel Gutiérrez Aragón.Como película no vale un pimiento,pero acongoja bastante el tema.

26 de octubre de 2008, 6:28  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Te echamos de menos ayer en Getafe, Marta. Lamento que no pudieses venir.

Un abrazo,
Pedro de Paz

26 de octubre de 2008, 11:22  

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