Recta final
Paso parte del fin de semana en Covarrubias, en un congreso patrocinado por Caja de Burgos. Santiago Tamarón me presenta y leo en voz alta un cuento mío, "Cartas de amor". Este relato tiene casi doce años, pero me sigue gustando, y además el tema iba al pelo en cuanto a la reunión. "Pretexto Covarrubias" es una reunión multidisciplinar en torno al idioma, y en ella se citan filólogos, escritores, estudiosos del español , periodistas y profesores universitarios. El ambiente es cordial, y Covarrubias, un lugar precioso en las riberas del Arlanza.
Coincido con gente a la que aprecio: en la cena del viernes, comparto mesa con Ángela Vallvey y su chico, Ricardo Artola. Ángela me cuenta que ha sufrido un robo en su propia casa, y que ella misma puso en fuga al ladrón. Al día siguiente, Alberto Vázquez Figueroa nos cuenta historias fascinantes: una, sobre el coltan - el nuevo petróleo. Según Alberto, quien domine el Coltán dominará el mundo - y otra, sobre una novia multimillonaria a la que dejó por miedo a aburrirse. No sé si la historia del coltán y la de la novia megarica son verdad o mentira, pero me da igual: todo el mundo se divierte escuchándolas.
Hablamos de las posibilidades de la red, del correo como elemento de resurrección del intercambio epistolar. Nos han dejado en la habitación una pastas riquísimas que hacen las monjas de un convento cercano, y me como la mitad de la caja intentando olvidar que - como oportunamente advierte el envase - están hechas de manteca, azúcar y huevo.
El sábado comparto mesa con Loranzo Silva y Óscar Esquivias. Óscar ganó el Ateneo Joven dos años después que yo, y desde entonces hemos coincidido varias veces. Siempre nos acordamos de aquella ocasión en que nos invitaron, junto con una nutrida representación del "mundo de la cultura" (así lo denominaron otros) a una recepción en el Palacio Real. Hicimos juntos el besamanos, aguantádonos la risa nerviosa y dudando sobre si hacer o no la reverencia protocolaria. Un compañero de mesa ajeno al mundo literario nos cuenta que fue secretario de un famosísimo escritor, y que una vez le dictó un artículo entero completamente desnudo. "Pasé uno de los peores ratos de mi vida, no sabía ni adónde mirar". Lorenzo nos cuenta historias de viajes de trabajo: "Una vez viajé a Bergen, donde me habían invitado a dar una conferencia. Llegué al aeropuerto y no había nadie esperándome... lo malo es que no sabía ni el nombre del hotel. Ya estaba dispuesto a recorrer todos los hoteles de Bergen cuando me encontré a un grupo de españoles que asistían a un congreso. Los acompañé a su hotel para empezar por allí la búsqueda... y era justo el mismo en el que yo tenía una reserva". Juntos nos acordamos de otro escritor que se pasó una semana en un hotel de Brasil: nadie de la organización de un encuentro al que acudía como invitado se puso en contacto con él en siete días. Se volvió a España sin haber desentrañado el misterio del congreso fantasma. Alguien debería escribir un libro sobre las historias increíbles que rodean nuestro oficio.
De regreso a Madrid, me doy cuenta de que he olvidado en el autobús de ida el libro de Philip Roth que estoy leyendo. Pocas cosas dan más rabia que perder un libro, más aún si se lleva por la mitad. Hoy me llega un correo: mi buena suerte ha hecho que Óscar encontrara el libro y que se ofrezca a devolvérmelo. Eso sí, me pide una moratoria en la entrega para poder terminarlo. Es lo que tiene Philip Roth. Me encanta que sea Óscar quien haya encontrado el libro. Yo, mientras tanto, he empezado "El señor Pip", de Lloyd Jones, que me ha enviado el siempre generoso Juan Milá, editor de Salamandra. Es una historia deliciosa que se lee como un cuento.
Esta semana, mi novela entra en la recta final. Ya es cuestión de días, aunque a veces me pregunto si no estaré retrasando deliberadamente el momento de poner el último punto a la historia que ha ocupado mi vida durante más de un año. Es difícil desprenderse de unos personajes que uno ha aprendido a apreciar, y , como he hecho otras veces,me pregunto en qué voy a pensar ahora cuando me queda absorta y con la mirada perdida.
Coincido con gente a la que aprecio: en la cena del viernes, comparto mesa con Ángela Vallvey y su chico, Ricardo Artola. Ángela me cuenta que ha sufrido un robo en su propia casa, y que ella misma puso en fuga al ladrón. Al día siguiente, Alberto Vázquez Figueroa nos cuenta historias fascinantes: una, sobre el coltan - el nuevo petróleo. Según Alberto, quien domine el Coltán dominará el mundo - y otra, sobre una novia multimillonaria a la que dejó por miedo a aburrirse. No sé si la historia del coltán y la de la novia megarica son verdad o mentira, pero me da igual: todo el mundo se divierte escuchándolas.
Hablamos de las posibilidades de la red, del correo como elemento de resurrección del intercambio epistolar. Nos han dejado en la habitación una pastas riquísimas que hacen las monjas de un convento cercano, y me como la mitad de la caja intentando olvidar que - como oportunamente advierte el envase - están hechas de manteca, azúcar y huevo.
El sábado comparto mesa con Loranzo Silva y Óscar Esquivias. Óscar ganó el Ateneo Joven dos años después que yo, y desde entonces hemos coincidido varias veces. Siempre nos acordamos de aquella ocasión en que nos invitaron, junto con una nutrida representación del "mundo de la cultura" (así lo denominaron otros) a una recepción en el Palacio Real. Hicimos juntos el besamanos, aguantádonos la risa nerviosa y dudando sobre si hacer o no la reverencia protocolaria. Un compañero de mesa ajeno al mundo literario nos cuenta que fue secretario de un famosísimo escritor, y que una vez le dictó un artículo entero completamente desnudo. "Pasé uno de los peores ratos de mi vida, no sabía ni adónde mirar". Lorenzo nos cuenta historias de viajes de trabajo: "Una vez viajé a Bergen, donde me habían invitado a dar una conferencia. Llegué al aeropuerto y no había nadie esperándome... lo malo es que no sabía ni el nombre del hotel. Ya estaba dispuesto a recorrer todos los hoteles de Bergen cuando me encontré a un grupo de españoles que asistían a un congreso. Los acompañé a su hotel para empezar por allí la búsqueda... y era justo el mismo en el que yo tenía una reserva". Juntos nos acordamos de otro escritor que se pasó una semana en un hotel de Brasil: nadie de la organización de un encuentro al que acudía como invitado se puso en contacto con él en siete días. Se volvió a España sin haber desentrañado el misterio del congreso fantasma. Alguien debería escribir un libro sobre las historias increíbles que rodean nuestro oficio.
De regreso a Madrid, me doy cuenta de que he olvidado en el autobús de ida el libro de Philip Roth que estoy leyendo. Pocas cosas dan más rabia que perder un libro, más aún si se lleva por la mitad. Hoy me llega un correo: mi buena suerte ha hecho que Óscar encontrara el libro y que se ofrezca a devolvérmelo. Eso sí, me pide una moratoria en la entrega para poder terminarlo. Es lo que tiene Philip Roth. Me encanta que sea Óscar quien haya encontrado el libro. Yo, mientras tanto, he empezado "El señor Pip", de Lloyd Jones, que me ha enviado el siempre generoso Juan Milá, editor de Salamandra. Es una historia deliciosa que se lee como un cuento.
Esta semana, mi novela entra en la recta final. Ya es cuestión de días, aunque a veces me pregunto si no estaré retrasando deliberadamente el momento de poner el último punto a la historia que ha ocupado mi vida durante más de un año. Es difícil desprenderse de unos personajes que uno ha aprendido a apreciar, y , como he hecho otras veces,me pregunto en qué voy a pensar ahora cuando me queda absorta y con la mirada perdida.
Etiquetas: "El señor Pip", Angela Vallvey, Juan Milá, Lloyd Jones, Lorenzo Silva, Oscar Esquivias, Philip Roth
18 comentarios:
Maravilloso Covarrubias. Hace unos meses estuve de fin de semana en el parador de Lerma y me encantó la zona y alrededores (Covarrubias, Santo Domingo de Silos, el desfiladero de Yecla, el cañon del Rio Lobos...) Y de la gastronomía de la zona, ¿para qué hablar?.
Enhorabuena por la recta final de tu novela. Algunos argumentan que la sensación es similar a la de un hijo que se emancipa y se marcha de casa. Incluso en el aspecto de que, en ocasiones, hasta es lo preferible. Y lo más deseable (jajaja).
Abrazos,
Pedro de Paz
Ay, Marta, qué envidia tan sana me da esa vida tan interesante que llevas, y qué ganas tengo de que salga tu novela. En mi entorno la esperamos con ansiedad.
Bueno, y, como mis entradas se suelen quedar sin respuesta y yo soy contumaz, te transcribo, aprovechando que soy la primera, lo que te escribí el 22 de septiembre, a ver si me contestas...Por cierto, por qué salen las horas tan extrañas? Nunca me coinciden, no sé si es cosa del blog o de mi servidor. Con otros blogs no me ocurre
Besitoss y ánimo con el alumbramiento (de la novela, se entiende...)
Pepa
"Hola, Marta. En primer lugar, yo también opino lo mismo en cuanto al tema de las adopciones y los padres biológicos, que muchas veces son bio-ilógicos...
Pero, aunque no venga a cuento, quiero hacerte una pregunta. Es que, como en tu blog participa tanta gente, y la mayoría de las veces se enzarzan en discusiones unos con otros (anónimo de arriba, anónimo de abajo...), entiendo que no puedes contestar a todos, y muchas veces mis preguntas se quedan "blowin´in the wind" (ojo, de B. Dylan, no la vayamos a enredar).
Yo te he escrito más de una vez un comentario embelesado sobre "El inventor de historias", que es mi favorita entre tus novelas, aunque me gusten mucho todas, y una de las veces te preguntaba "Por favor, ¿quién es Pedro Almeiras?" Me gustaría, si puede ser, saber quién aúna la condición de personaje ficticio y a la vez, sujeto de dedicatoria. Qué le voy a hacer, mi punto débil es la curiosidad.
Besos
Pepa
22 de septiembre de 2008 15:32"
Ay, Pepa, la curiosidad no siempre puede ser satisfecha, y hay cosas que todos queremos guardarnos. Permite, pues, que no desvele ese secreto, que de todas formas tampoco llega a esa catgoría. Digamos que es algo que prefiero no compartir.
En cuanto a lo de las horas del blog, yo tampoco lo entiendo. Esta semana voy a hablar con el que me lo programa y le pregunto, a ver si me lo aclara.
Pedro, tienes razón, yo ya estoy deseando que el hijo se emancipe y haga su vida... aunque eso suponga enfrentarse a críticos, lectores, libreros, etc, etc.
Gracias por el viernes, esa navegación posible por tu voz leyendo "dodecafónica" la historia de Guerrero o las cartas de amor (doce años hace del cuento), mientras escuchamos concentrados, reconcentrados en Covarrubias de frío elemental. Que encuentres el final o el medio o el comienzo de la novela, que no se porque orden vas. Un fuerte y fatriarcal abrazo
Solamente una crítica cariñosa, Marta. ¿Por qué no dejas de decir "mi chico", "su chico", cuando te refieres al novio o marido de alguien o al tuyo propio?
Es una expresión que se escucha/lee mucho últimamente pero no me parece apropiada cuando la dice/escribe alguien a quien se le supone tiene el don de trabajar con las palabras.
Gracias por tu blog y perdona por esta humilde "recomendación"
Luis
Bueno, pues, aunque me quede el gusanillo, te agradezco mucho la sinceridad, Marta, (es la virtud que más valoro)y me honro de compartir contigo un secreto no compartido. Me hago la ilusión de que tenemos un nexo en común...
Besitoss
Pepa
Por cierto ¿entra en tus planes presentar el libro en Zaragoza?
Más besos
Marta, te escuché la pasada semana en una tertulia política de RNE. ¿Eres habitual de ella?
Sí, yo también te escuché el jueves pasado en RNE, en el coche de vuelta a casa en torno a la una de la mañana (corramos un túpido velo), hablando sobre las elecciones americanas. ¿Colaboras habitualmente con la cadena? ¿Siempre a esas horas intempestivas o en algún otro horario?
Abrazos,
Pedro de Paz
Hola a todos.
Anónimo, a mí también me parece horrorosa la palabra "chico". Cuando puedo sustituírla por "marido" lo hago encantada. El problema es que, cuando se tienen casi cuarenta años, "novio" suena un poco raro, y la palabra "pareja", como dice mi amiga Esther, parece propia para ser aplicada a los capones de Villalba. Pero "chico" es feo... y también ridículo. Habrá que buscar una alternativa. Y se admiten sugerencias.
En cuanto a RNE, sí estoy colaborando habitualmente, y siempre a horas intempestivas. Estoy los miércoles de una a dos, y algunos jueves de doce a una.
"Pero "chico" es feo... y también ridículo. Habrá que buscar una alternativa. Y se admiten sugerencias."
¿Mi "contrario"? ¿Mi "pariente"? (por contraposición a "parienta") ¿Mi "consorte"? ¿Mi "compañero"?
Por lo visto, mi "chico" no es el peor de los males.
(Una amiga mía llamaba a su pareja "Mi martírio" pero me temo que no ha lugar)
Abrazos,
Pedro de Paz
Anónimo no, Luis si te parece.
Novio no creo que deba ser aplicado a ninguna edad concreta. Pero es verdad que hay acepciones como "compañero" "pareja" que suenan bastante mal.
Marta, se puede decir marido sin estar casada. Nadie te lo impide.
Es que lo de "mi chico" suena a Bibiana Aido, con perdón.
Saludos
Luis
Lo de Bibiana Aido(Bibiano Aida) es de traca. Nunca ella podrá llegar tan alto ni el gobierno de España tan a ras de suelo.
Lo de Bibiana Aido(Bibiano Aida) es de traca. Nunca ella podrá llegar tan alto ni el gobierno de España tan a ras de suelo.
Pedro de Paz, por qué dices corramos un tupido velo cuando hablas de la tertulia de RNE en la que participó Marta?
Antonio
A veces el matrimonio es un martirmonio (GCI dixit); y mi chico tiene su acepción inglesa my boyfriend, o my girl (mi chica) que es una bella canción. Mi chico, mi mejor amigo, hace referencia a cualquier individuo con el que comparte el hacer, el ser o el tener, y no por este orden; y que aun no tiene categoría de estabilidad establecida; o puede hacer referencia al hijo nacido o deseado. Mi chica, hace referencia a la hija cuando pasa de niña a adolescente, si bien recuerdo, y en ningún caso a la mujer, hembra o sombra que nos cobija aun siendo rijosa y rugosa o de blanda mama. ¿O me equivoco en mi equívoco que evoco?
Mañana me sumo a los que suman una muesca más en su piel rugosa.
Anónimo: me he explicado mal. Era una tontería mía. Me refería a correr un tupido velo acerca del hecho y el motivo de haber escuchado a Marta al regresar a casa un jueves a la una de la mañana.
Hola.
Mi hermano y yo, de pequeños, nos referíamos a la habitación de nuestros padres como la habitación de matrimoño...
Buenas ganas tengo de ver y gustar la importancia de las cosas, Marta.
Lo del Coltán de Alberto Vazquez F. es muy cierto, pero su novela con ese título me ha parecido muy floja.
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