Lágrimas
Alguien dijo una vez - lamento no recordar quien - que, después de una gota de su sangre, una lágrima eralo más noble que podía dar se sí el ser humano.
Siento un respeto enorme por la gente que sabe llorar. Por la gente que llora en público. Por todo el que muestra sus lágrimas y no esconde su llanto tras unas gafas de sol. Mi simpatía hacia la ministra de Defensa, Carmen Chacón, creció cuando vi que lloraba como lloran las personas buenas: sin contención, sin disimulo, con la cara contraída y los ojos hinchados. La vi llorar por primera vez cuando murió Gabriel Cisneros, rival político y compañero querido. Carmen Chacón, que aún no era ministra, lloraba como una niña desconsolada, con el desespero del que pide un abrazo y la pena honesta del que sufre por otro. El otro día, la ministra lloró también en el funeral del brigada asesinado por ETA. Creo que era la primera vez que veíamos llorar a un ministro de Defensa, y ese me pareció un momento significativo y hermoso.
Me dio risa, y algo de pena, el orgasmo colectivo que dijeron vivir muchos cuando vieron a la ministra pasar revista a las tropas estando embarazada. Menuda estupidez. Como si las mujeres no llevaran siglos haciendo cosas mucho más importantes luciendo y soportando bombo y criatura nonata. He visto mujeres trabajando la tierra embarazadas de siete meses. Lashe visto cuidando niños y velando a enfermos. Las vi detrás de un mostrador, con los pies hinchados por el peso extra, atendiendo un teléfono, acomodándose como podían en el asiento de un avión. Así que ver a una presidiendo un desfile de soldados tampoco me pareció nada del otro mundo.
Sí me lo pareció ver llorar a un ministro, a una ministra. Eso sí humaniza un cargo. Las lágrimas derramadas por el dolor de otros, por alguien a quien no se conoce, son síntoma de bonhomía y de pureza de espíritu. Chacón llora de verdad, sin trampas ni cartones. La viuda del militar contaba emocionada que la ministra la tomó de las manos: ese gesto no sale del protocolo, sino de los mejores rincones del alma que se conmueve ante la desdicha ajena. Y es eso lo que hace más grande a una persona, y más fiable a una ministra.
Medio mundo llora hoy, con lágrimas o sin ellas, la falta del Paul Newman. Yo también lloré cuando se certificó su muerte anunciada que aguardábamos todos los que amamos a Newman. Fue uno de los mejores autores de la historia, y, sin ninguna duda, el hombre más guapo del mundo. También, seguramente, uno de los más buenos. Se fue como era, tras haber hecho pública la certeza de su muerte, con la puerta cerrada y el corazón abierto, y dejando la herencia impagable de decenas de interpretaciones sublimes y una colosal obra filantrópica en favor de los niños enfermos de cáncer. Fue, con toda seguridad, el hombre al que más gente hubiera querido robar un beso.
Siento un respeto enorme por la gente que sabe llorar. Por la gente que llora en público. Por todo el que muestra sus lágrimas y no esconde su llanto tras unas gafas de sol. Mi simpatía hacia la ministra de Defensa, Carmen Chacón, creció cuando vi que lloraba como lloran las personas buenas: sin contención, sin disimulo, con la cara contraída y los ojos hinchados. La vi llorar por primera vez cuando murió Gabriel Cisneros, rival político y compañero querido. Carmen Chacón, que aún no era ministra, lloraba como una niña desconsolada, con el desespero del que pide un abrazo y la pena honesta del que sufre por otro. El otro día, la ministra lloró también en el funeral del brigada asesinado por ETA. Creo que era la primera vez que veíamos llorar a un ministro de Defensa, y ese me pareció un momento significativo y hermoso.
Me dio risa, y algo de pena, el orgasmo colectivo que dijeron vivir muchos cuando vieron a la ministra pasar revista a las tropas estando embarazada. Menuda estupidez. Como si las mujeres no llevaran siglos haciendo cosas mucho más importantes luciendo y soportando bombo y criatura nonata. He visto mujeres trabajando la tierra embarazadas de siete meses. Lashe visto cuidando niños y velando a enfermos. Las vi detrás de un mostrador, con los pies hinchados por el peso extra, atendiendo un teléfono, acomodándose como podían en el asiento de un avión. Así que ver a una presidiendo un desfile de soldados tampoco me pareció nada del otro mundo.
Sí me lo pareció ver llorar a un ministro, a una ministra. Eso sí humaniza un cargo. Las lágrimas derramadas por el dolor de otros, por alguien a quien no se conoce, son síntoma de bonhomía y de pureza de espíritu. Chacón llora de verdad, sin trampas ni cartones. La viuda del militar contaba emocionada que la ministra la tomó de las manos: ese gesto no sale del protocolo, sino de los mejores rincones del alma que se conmueve ante la desdicha ajena. Y es eso lo que hace más grande a una persona, y más fiable a una ministra.
Medio mundo llora hoy, con lágrimas o sin ellas, la falta del Paul Newman. Yo también lloré cuando se certificó su muerte anunciada que aguardábamos todos los que amamos a Newman. Fue uno de los mejores autores de la historia, y, sin ninguna duda, el hombre más guapo del mundo. También, seguramente, uno de los más buenos. Se fue como era, tras haber hecho pública la certeza de su muerte, con la puerta cerrada y el corazón abierto, y dejando la herencia impagable de decenas de interpretaciones sublimes y una colosal obra filantrópica en favor de los niños enfermos de cáncer. Fue, con toda seguridad, el hombre al que más gente hubiera querido robar un beso.
Etiquetas: Carmen Chacón, Paul Newman
8 comentarios:
Hermosas palabras, Marta. Hermosas palabras que, con tu permiso, me gustaría suscribir. Hasta la última coma.
Saludos,
Pedro de Paz
También me han gustado a mí.Y también creo que la ministra debe de ser muy buena persona,me encanta la gente empática (o compasiva,o como sea).
Lo del orgasmo colectivo lo veo justificado,precisamente porque las otras cosas que enumeras (no menos meritorias,que nada tiene que ver)las hemos visto toda la vida y nunca se han negado a las mujeres,embarazadas o no.Hacer como que no es ningún logro que en este país una mujer capaz llegue a ministra de defensa,como si serlo (mujer digo,no capaz)no hubiese sido un obstáculo,me parece hacerse un poco la tonta.
¡Qué rabia lo de Paul Newman!
http://gracemagazine.files.wordpress.com/2007/05/paulnewman480.jpg
Las lágrimas brotadas en momentos trágicos y de tristeza siempre son emotivas y llegan al alma.. pero no lo son menos el corazón acelerado, el nudo en la garganta, la cabeza y los ojos a punto de explotar, por la incapacidad de expulsar una sola lágrima..
No suelo dudar de las lágrimas; pero tampoco pongo en duda el silencio y la compostura del gesto..
Por otro lado el machismo en este país esta tan tatuado como los toros, el fútbol o los puticlubs.. sorprende tener de ministra de defensa a una mujer, como si los antiguos ministros de defensa hubiesen sido en el pasado militares de graduación.. (bueno quizás su paso por la mili le otorga méritos para el puesto)..
Una pena lo de Paul Newman.. hay gente que es parte de nuestra vida sin haber cruzado una palabra con ella..
Me gusta que los ministros, los reyes, los duques, los presidentes lloren. Pero que lloren de verdad, no como las lagrimas de cocodrilo de Bush.
Pienso en las lagrimas de Joanne, la esposa ahora viuda de Paul. Pienso en ella un poco como una mujer personaje, unica, casada con un hombre leal.
Que sera la vida ahora para ella? Sera siendo hermosa a pesar de todo?
Personalmente me emociona más el silencio y la compostura del gesto a que se refiere Saúl y me parece mucho más apropiado para alguien que no conocía de nada al difunto.
Las lágrimas que me emocionan son las de la viuda, porque son lágrimas que muestran un dolor y una pena enorme y que se repetirán muchísimas veces. Las de la ministra muestran una tristeza pasajera. Se le escaparon en un momento de emoción pero, lógicamente, seguro que no se repiten.
Lo que desde luego me horroriza es esa manía de aplaudir a los muertos. Creo que el aplauso no es forma de mostrar respeto. Es otra cosa...
Saludos.
Pedro
A cualquier humano nos emociona un duelo, lo mismo que nos reímos con una caída tonta. Eso ni significa ni que seamos mas buenos ni mas malos. Sólo más espontáneos. Las personas educadas (british manners, of course)no se emocionan, o al menos no transmiten gestos emotivos exagerados (llorar con una muerte, levantar los brazos, gritar y abrazarse, cuando un equipo de fútbol nacional marca un gol...). Eso no significan que sean más frías, que tambien (y con un criterio estético menos vulgar y/ o contemporizador), y eso es positivo, sino mas pudorosas. No es el caso de la ministra, pero tenemos en España, patria de histriones una buena colección de llorones, que lo único que hacen es disfrutar impudicamente con sus lloros (ej.: Carmina Ordoñez, Infanta Elena), como si llorar fuera una virtud y no hacerlo algo propio de desalmados. Yo lloro con Bambi y con "Sonrisas y Lágrimas", y hasta con la música de las Olimpiadas, pero en privado. Con gente delante me daría vergüenza, porque es un sentimiento estético muy simple y vulgar.
Llorar en público por un muerto que no es mío (y aunque fuera propio), no sé si me parece muy meritorio. Pero mucho peor, en todo caso es ponerse una camisa negra como luto (familia de Rocio Jurado), o gafas de sol (cualquier pedorro sin educación), o las presentadoras del telediario que se visten de negro cuando hay una noticia con muchos muertos (spanair, eta). Eso me parece una frivolidad hipócrita y comercial. Todavía recuerdo la compostura de Fabiola de Bélgica en la muerte de Balduino, vestida de blanco, y sonriendo.
Y la dura y seca dignidad de la gente castellana humilde, muy parecida a la de la zona amerindia (perú, bolivia).
Y el histrionismo, los desmayos, los golpes de pecho... de los exuberantes andaluces y los excesivos caribeños.
Por supuesto, estoy generalizando y hablando en estereotipos.
No salga ahora un aldeano a defender a los de su pueblo.
no digas nada chaval,
era una y otro por "el principio de la vida"
despues
subete el cuello de la chupilla,
sin una palabrita
Bueno, todos hemos visto tambien a Bush llorando...
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