Qué pena
De vez en cuando, la vida te pega un revolcón, a lo mejor para qué te enteres de qué va esto exactamente. Para recordarte que hay que poner las cosas en su sitio y dejarse de monsergas. A veces la vida te da un coscorrón en la nuca, un pisotón en el dedo meñique del pie - con loque eso duele - , un puñetazo en los morros, y te obliga a dar marcha atrás y darte cuenta de lo imbéciles que podemos llegar a ser perdiendo de vista lo que de verdad tiene un valor absoluto y dedicando tiempo y esfuerzo a cosas que se deshacen entre los dedos. Llevo semanas pendiente de la marcha de una novela, de idas, venidas, presentaciones y bolos, preocupándome de unas cuantas cosas y perdiendo de vista otras. Y entonces, ayer, me llevé ese mamporro del que hablaba.
Sucedió en mi Lugo, o más exactamente a cien kilómetros. Un equipo juvenil de voleibol femenino regresaba a casa después de obtener la medalla de plata en el campeonato de España. Eran una veintena de adolescentes que regresaban, supongo que felices, justamente rebosantes de sensación de triunfo, a encontrarse con los suyos y a celebrar el éxito. Y entonces, un conductor imprudente hizo lo que no debía, y el autobús chocó contra un muro de contención. Os ahorro detalles que nada importan. Dos chicas murieron, una en el acto, otra al poco tiempo de llegar al hospital. Hay cuatro niñas heridas. El resto de la expedición sólo tendrá que preocuparse de restañar el daño incalculable que esta tragedia les habrá dejado en el alma.
Ahora intento imaginarme el ambiente que se respiraba en ese autobús un segundo antes de que el destino jugase tan cruelmente las cartas, y no puedo imaginar nada más vivo, más lleno de plenitud: un puñado de chicas de diecisiete años, enfrentadas felizmente - y quizá por primera vez en sus vidas - a la experiencia de la gloria, del éxito. Su gesta iba a ser glosada por los periódicos. Sus nombres aparecerían en páginas impresas,en foros de internet. ´Les harían entrevistas en la radio,quizá en la tele. Alguna de esas muchachas estaría enamorada, y haría el viaje de vuelta tan feliz como ansiosa por la inminencia de un reencuentro. Todas iban a recibir el aplauso, las felicitaciones de una ciudad entera legítimamente orgullosa de lo que habían logrado. quizá las chiquillas que murieron ni siquiera se dieron cuenta de lo que pasó. Quizá iban medio dormidas, saboreando en sueños el triunfo. Ojalá haya sido así. Ojalá esa posibilidad sirva para consolar mínimamente a sus padres, a sus hermanos. A todos los que querían a esas dos chiquillas, Aída e Iris, que no tuvieron tiempo suficiente para muchas cosas, pero, con toda seguridad, tampoco para descubrir todo lo malo que hay en el mundo. A los diecisiete años, los que ellas tenían,uno no quiere ni puede ver más que las cosas buenas que no rodean. Las posibilidades. Los anhelos. Todo lo que les ha sido arrebatado sin ellas saberlo.
Toda la ciudad está desolada. A Santiago se precipitaron, en lógico desorden, autoridades municipales y autonómicas, y sé bien que allí nadie fue a hacerse fotos, sino a confortar, a ayudar, a colaborar en lo mínimo o en lo máximo, todos con el corazón en un puño y el ánimo encogido antre la evidencia de una tragedia: dos niñas habían perdido la vida, y dos padres y dos madres habían perdido a sus hijas. Yo,que he visto morir a mi madre, no creo que exista un dolor más lacerante ni más injusto que el que están viviendo esas cuatro personas, y creo que cualquiera de las gentes de Lugo venderían hoy el alma a cambio de poder ayudarles en su dolor. Lo malo es que nadie puede. Ante el dolor estamos siempre inermes y terriblemente solos. Quizá después, cuando el tiempo se encargue de amortguar un poco esa pena hondísima que ahora sienten podrán necesitar apoyo, ayuda, calor y afecto. No me cabe duda de que habrá quien sepa dárselo.
Pienso en Aída y en Iris. Pienso en todos los que las quisieron y pasarán el resto de sus días echándolas de menos. Y pienso en todas las cosas absurdas que nos ocupan el corazón hasta que la vida nos recuerda el peso específico de determinados asuntos.
Sucedió en mi Lugo, o más exactamente a cien kilómetros. Un equipo juvenil de voleibol femenino regresaba a casa después de obtener la medalla de plata en el campeonato de España. Eran una veintena de adolescentes que regresaban, supongo que felices, justamente rebosantes de sensación de triunfo, a encontrarse con los suyos y a celebrar el éxito. Y entonces, un conductor imprudente hizo lo que no debía, y el autobús chocó contra un muro de contención. Os ahorro detalles que nada importan. Dos chicas murieron, una en el acto, otra al poco tiempo de llegar al hospital. Hay cuatro niñas heridas. El resto de la expedición sólo tendrá que preocuparse de restañar el daño incalculable que esta tragedia les habrá dejado en el alma.
Ahora intento imaginarme el ambiente que se respiraba en ese autobús un segundo antes de que el destino jugase tan cruelmente las cartas, y no puedo imaginar nada más vivo, más lleno de plenitud: un puñado de chicas de diecisiete años, enfrentadas felizmente - y quizá por primera vez en sus vidas - a la experiencia de la gloria, del éxito. Su gesta iba a ser glosada por los periódicos. Sus nombres aparecerían en páginas impresas,en foros de internet. ´Les harían entrevistas en la radio,quizá en la tele. Alguna de esas muchachas estaría enamorada, y haría el viaje de vuelta tan feliz como ansiosa por la inminencia de un reencuentro. Todas iban a recibir el aplauso, las felicitaciones de una ciudad entera legítimamente orgullosa de lo que habían logrado. quizá las chiquillas que murieron ni siquiera se dieron cuenta de lo que pasó. Quizá iban medio dormidas, saboreando en sueños el triunfo. Ojalá haya sido así. Ojalá esa posibilidad sirva para consolar mínimamente a sus padres, a sus hermanos. A todos los que querían a esas dos chiquillas, Aída e Iris, que no tuvieron tiempo suficiente para muchas cosas, pero, con toda seguridad, tampoco para descubrir todo lo malo que hay en el mundo. A los diecisiete años, los que ellas tenían,uno no quiere ni puede ver más que las cosas buenas que no rodean. Las posibilidades. Los anhelos. Todo lo que les ha sido arrebatado sin ellas saberlo.
Toda la ciudad está desolada. A Santiago se precipitaron, en lógico desorden, autoridades municipales y autonómicas, y sé bien que allí nadie fue a hacerse fotos, sino a confortar, a ayudar, a colaborar en lo mínimo o en lo máximo, todos con el corazón en un puño y el ánimo encogido antre la evidencia de una tragedia: dos niñas habían perdido la vida, y dos padres y dos madres habían perdido a sus hijas. Yo,que he visto morir a mi madre, no creo que exista un dolor más lacerante ni más injusto que el que están viviendo esas cuatro personas, y creo que cualquiera de las gentes de Lugo venderían hoy el alma a cambio de poder ayudarles en su dolor. Lo malo es que nadie puede. Ante el dolor estamos siempre inermes y terriblemente solos. Quizá después, cuando el tiempo se encargue de amortguar un poco esa pena hondísima que ahora sienten podrán necesitar apoyo, ayuda, calor y afecto. No me cabe duda de que habrá quien sepa dárselo.
Pienso en Aída y en Iris. Pienso en todos los que las quisieron y pasarán el resto de sus días echándolas de menos. Y pienso en todas las cosas absurdas que nos ocupan el corazón hasta que la vida nos recuerda el peso específico de determinados asuntos.
8 comentarios:
mi apoyo total a esos padres que han tenido que despedir a sus hijas...sé en primera persona el dolor tan desgarrador que debasta tu corazón para siempre....da igual la forma de perderlos...la ausencia es la misma...
Ojalá la importancia de las cosas que nos rodean nos hagan ver a todos el verdadero sentido de la existencia dia a dia...y esas cosas son ni más ni menos seres humanos como nosotros mismos que muchas veces ni siquiera tenemos tiempo para decirnos cuanto nos amamos y agradecer compartir la vida juntos.
Un abrazo Marta
Todo Lugo hoy llora.
Como dice Sherpa, el apoyo es lo que nos resta por hacer. Primero llega la conmoción y el sentirse perdido, luego el abatimiento, la desolación y esa reiterada e irresoluble cuestión :¿Por qué?. Todos nos la hemos hecho alguna vez, y nadie te da una respuesta. Porque no la hay o, simplemente, porque todos la conocemos. Por último, ha de venir el apoyo a los que quedan. Porque es lo único que podemos hacer, porque hay que hacerlo y porque es lo que sentimos. Y en eso nos debemos afanar.
Un abrazo para todos ellos.
Hermosas y sentídas palabras, Marta. Siempre es una tragedia perder a alguien querido, pero lo de esas muchachas es un auténtico sinsentido. Como muchos de los que tiene la vida aunque la idea no reconforte demasiado.
Saludos,
Pedro
Como ya hice en el post de ayer, mis condolencias a las familias. Los que no sois de aquí podréis imaginar cómo afecta ésto en una ciudad tan pequeña, estamos hundidos, pero unidos y todos somos ellas. Las que se quedaron en el asfalto por culpa (me niego a llamarle imprudencia o accidente, el tío iba a 104km/h en tramo de 40)de un majadero y las que permanecen en el hospital.
Hoy mi hija Laura, que pasado mañana cumple cuatro años, se va de excursión, muy cerquita de Lugo pero tendré el alma en un puño hasta que vuelva a estrecharla entre mis brazos. Pienso en la foto que ayer dio la vuelta a España, un padre sentado al lado de su chiquilla, el hablando con el móvil y su pequeña con una sábana por encima. ¿Y si hoy soy yo su reflejo? ¿Su heredero?
Mi abrazo para las familias, incluido este hombre, al que no conozco pero envío mi cariño.
Hoy en Lugo estamos de luto y es que eran unas niñas fabulosas . Yo les di clase de Mate a las 2 y la verdad tenían una energía, una vitalidad y un cariño y agradecimiento a todo y a todos.Ayer en el Tanatorio solo se rompio el silencio sepulcral que reinaba alli por la canción de la negra sombra y lascaras que leyeron sus compañeras de equipo en medio de los llantos de todos los que alli estabamos acompañando a las desoladas famlias.Nos falta mucho por hacer o peor para suus familiares y amigos comienza ahora al darse cuenta de que nada va a ser igual a partir de ahor Mi mas sincero cariño que ya se lo transmití en persona alos padres de Aïda e Iris animo a todos los demás. Gracias a Marta por sus preciosas palabras ella si que sabe expresar bien lo que siente. Descansen en paz y mirando al cielo les mando un beso a 2 de mis alumnas. Un besiño. Carmen
Ahora más que nunca, se me viene a la memoria este poema inmenso de Amalia Bautista:
"Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma.
Y son también muy pocas las personas
que mueven nuestro corazón, y menos
aún las que lo mueven mucho tiempo.
Al cabo, son poquísimas las cosas
que de verdad importan en la vida:
poder querer a alguien, que nos quieran
y no morir después que nuestros hijos"
Me ha encantado lo que has escrito aquí, pero el artículo que ha salido hoy, domingo, en El Progreso de Lugo ha sido excepcional. Tus palabras han sido un bálsamo en nuestros corazones más que heridos, gracias por este pequeño homenaje y por intentar promocionar el valor del deporte amateur.
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