Según a quien
Fin de semana en Sevilla. La ciudad está preciosa, con los árboles reventando de jacarandas de un azul indefinido. Hace sol y un calor moderado y dulce, tan distinto a lo que se avecina con la llegada del verano. Lo cierto es que en Sevilla el mes de julio puede ser desesperante, pero mayo es una delicia.
El viernes, cena espectacular en los jadines de los Reales Alcázares con motivo del fallo del Premio Lara. La noche es perfecta: ni frío, ni calor. El aire huele bien. En nuestra mesa se sientan Fermín Bocos, Jesús Badenes con su esposa y Carlos Revés. Lo pasamos bien, hablamos de muchas cosas. Revéz me cuenta que el boom literario de este año, la trilogía de Larsson, se ha estrellado en Estados Unidos. Apenas cuarenta mil ejemplares, cuando en España el primer tomo se acerca a la cifra de un millón en ventas. ¿Dónde está el fallo? Mientras en Europa cientos de miles de lectores se rinden al extinto señor Larsson, en Estados Unidos la novela pasa sin pena ni gloria. Así que las cosas son buenas o malas según a quien se le pregunte.
El premio es para Susana Fortes y su novela "Esperando a Robert Capa". Susana está feliz y guapísima, y al acabar la cena nos vamos a celebrar su éxito con Carmen Ramírez, Ana Datri, Fernando Delgado y su marido, Antonio Baquero... Fermín Bocos se marcha a la francesa ante la evidencia del ruido del "Groucho".
En la Feria de Sevilla, regular de firmas. Conozco a Eduardo Cruz Arcillona, amigo virtual hasta la fecha, y a quien conozco sin dificultad a pesar de la foto oportunamente velada por una botella de cerveza cruzcampo. Hablamos un rato, y le agradezco la visita en una tarde más bien floja de público. Un señor me pregunta si "La importancia de las cosas" es un libro de psicología, y se marcha decepcionado cuando le digo que no. Otro me pide que le cuente de qué va el libro, y aunque lo que me pide el cuerpo es contestar educadamente "por detrás viene un resumen muy bueno que ha hecho mi editora", obedezco docilmente. Como debería haber previsto, el tipo se va sin comprar el libro y sin echarme un cacahuete, que es lo mínimo que hay que hacer cuando un mono del zoo se porta como de él se espera.
Ante la tranquilidad ambiental, dedico el tiempo a recordar una cosa que me pasó el otro día, a bordo del AVE. Yo regresaba de algún sitio - creo que era Córdoba, pero no me acuerdo - y delante de mí viajaba una chica, o eso deduje por la melena rubia y el bolso - legítimo - de Louis Vuitton. En un momento dado, la chica empezó a hablar por el móvil. A hablar en voz alta. Muy alta. Tanto, que era imposible escapar de la conversación que mantenía con alguien, creo que un compañero de trabajo, ante quien desgranaba un rosario de críticas hacia otra compañera que se había portado muy mal con ella, y a ella le daba pena, claro, sobre todo por lo de los niños, que eso de tener dos niños enfermos es unadesgracia que no se le puede desear a nadie, pero con ella no había sido justa, no señor, y eso que ella era buena compañera, muy buena, que jamás en la vida había sido desleal a nadie, ni a subordinados ni a jefes...
Lo resumo por resumir, pero el monólogo - a lo mejor el otro, que se llamaba Javi, había colgado el teléfono - se prolongó tanto y a tal volumen, que dos hombres de negocios se refugieron en la cafetería al grito de "esto no hay quien lo aguante". Yo no fui tan osada, y durante más de cuarenta minutos aguanté mecha escuchando el soliloquio de aquella psicópata. Y, de pronto, algo se revolvió en mi interior y decidí tocar suavemente su hombro para pedirle que,si no podía marcharse a hablar a otra parte, tuviese a bien bajar el tono de la charla, pues ya coocíamos a Javi,a Mónica, a los niños enfermos de Mónica, a una tal Charo que estaba de baja y a alguien que se llamaba Toño y no había querido cambiarle las vacaciones, que hay que ver que falta de solidaridad.
Pues en eso estaba: ya había cogido aire y me había aclarado la voz cuando reparé en que aquella chica de suave cabello rubio, bolso de tres mil euros y voz enajenante era una mujer monstruosamente gruesa,que viajaba encajada - literalmente- en el asiento. Y de inmediato aborté mi plan de pedirle discreción.
¿Por qué lo hice? Por muy gorda que estuviese, aquella mujer no tenía derecho a volver loco al vagón entero con sus confidencias privadas y desgranadas a grito pelado. Lo cierto es que esperaba encontrarme con una pija estupenda y me di de bruces con una pobre mujer digna de compasión y de lástima. Y no tiene nada de malo cortarle el rollo a una tia maleducada si es guapa y de hechuras correctas, pero parece una canallada dar el toque de atención a una desdichada de talla elefantiásica. Así que, resignándome, esperé a que el pobre Javi se hartase de escuchar las desdichas de su amiga, cosa que, por cierto, ocurió cuando llevábamos hora y media de viaje.
¿Tenemos un rasero distinto para medir las cosas según de quien vengan? ¿Es justa la vara que usamos para calibrar comportamientos? Cada vez tengo más claro que no. ¿Y vosotros? ¿Qué decís al respecto?
El viernes, cena espectacular en los jadines de los Reales Alcázares con motivo del fallo del Premio Lara. La noche es perfecta: ni frío, ni calor. El aire huele bien. En nuestra mesa se sientan Fermín Bocos, Jesús Badenes con su esposa y Carlos Revés. Lo pasamos bien, hablamos de muchas cosas. Revéz me cuenta que el boom literario de este año, la trilogía de Larsson, se ha estrellado en Estados Unidos. Apenas cuarenta mil ejemplares, cuando en España el primer tomo se acerca a la cifra de un millón en ventas. ¿Dónde está el fallo? Mientras en Europa cientos de miles de lectores se rinden al extinto señor Larsson, en Estados Unidos la novela pasa sin pena ni gloria. Así que las cosas son buenas o malas según a quien se le pregunte.
El premio es para Susana Fortes y su novela "Esperando a Robert Capa". Susana está feliz y guapísima, y al acabar la cena nos vamos a celebrar su éxito con Carmen Ramírez, Ana Datri, Fernando Delgado y su marido, Antonio Baquero... Fermín Bocos se marcha a la francesa ante la evidencia del ruido del "Groucho".
En la Feria de Sevilla, regular de firmas. Conozco a Eduardo Cruz Arcillona, amigo virtual hasta la fecha, y a quien conozco sin dificultad a pesar de la foto oportunamente velada por una botella de cerveza cruzcampo. Hablamos un rato, y le agradezco la visita en una tarde más bien floja de público. Un señor me pregunta si "La importancia de las cosas" es un libro de psicología, y se marcha decepcionado cuando le digo que no. Otro me pide que le cuente de qué va el libro, y aunque lo que me pide el cuerpo es contestar educadamente "por detrás viene un resumen muy bueno que ha hecho mi editora", obedezco docilmente. Como debería haber previsto, el tipo se va sin comprar el libro y sin echarme un cacahuete, que es lo mínimo que hay que hacer cuando un mono del zoo se porta como de él se espera.
Ante la tranquilidad ambiental, dedico el tiempo a recordar una cosa que me pasó el otro día, a bordo del AVE. Yo regresaba de algún sitio - creo que era Córdoba, pero no me acuerdo - y delante de mí viajaba una chica, o eso deduje por la melena rubia y el bolso - legítimo - de Louis Vuitton. En un momento dado, la chica empezó a hablar por el móvil. A hablar en voz alta. Muy alta. Tanto, que era imposible escapar de la conversación que mantenía con alguien, creo que un compañero de trabajo, ante quien desgranaba un rosario de críticas hacia otra compañera que se había portado muy mal con ella, y a ella le daba pena, claro, sobre todo por lo de los niños, que eso de tener dos niños enfermos es unadesgracia que no se le puede desear a nadie, pero con ella no había sido justa, no señor, y eso que ella era buena compañera, muy buena, que jamás en la vida había sido desleal a nadie, ni a subordinados ni a jefes...
Lo resumo por resumir, pero el monólogo - a lo mejor el otro, que se llamaba Javi, había colgado el teléfono - se prolongó tanto y a tal volumen, que dos hombres de negocios se refugieron en la cafetería al grito de "esto no hay quien lo aguante". Yo no fui tan osada, y durante más de cuarenta minutos aguanté mecha escuchando el soliloquio de aquella psicópata. Y, de pronto, algo se revolvió en mi interior y decidí tocar suavemente su hombro para pedirle que,si no podía marcharse a hablar a otra parte, tuviese a bien bajar el tono de la charla, pues ya coocíamos a Javi,a Mónica, a los niños enfermos de Mónica, a una tal Charo que estaba de baja y a alguien que se llamaba Toño y no había querido cambiarle las vacaciones, que hay que ver que falta de solidaridad.
Pues en eso estaba: ya había cogido aire y me había aclarado la voz cuando reparé en que aquella chica de suave cabello rubio, bolso de tres mil euros y voz enajenante era una mujer monstruosamente gruesa,que viajaba encajada - literalmente- en el asiento. Y de inmediato aborté mi plan de pedirle discreción.
¿Por qué lo hice? Por muy gorda que estuviese, aquella mujer no tenía derecho a volver loco al vagón entero con sus confidencias privadas y desgranadas a grito pelado. Lo cierto es que esperaba encontrarme con una pija estupenda y me di de bruces con una pobre mujer digna de compasión y de lástima. Y no tiene nada de malo cortarle el rollo a una tia maleducada si es guapa y de hechuras correctas, pero parece una canallada dar el toque de atención a una desdichada de talla elefantiásica. Así que, resignándome, esperé a que el pobre Javi se hartase de escuchar las desdichas de su amiga, cosa que, por cierto, ocurió cuando llevábamos hora y media de viaje.
¿Tenemos un rasero distinto para medir las cosas según de quien vengan? ¿Es justa la vara que usamos para calibrar comportamientos? Cada vez tengo más claro que no. ¿Y vosotros? ¿Qué decís al respecto?
Etiquetas: Feria del Libro de Sevilla, Premio Fernando Lara, Susana Fortes
13 comentarios:
Me ha hecho mucha gracia lo del paisano que te preguntó acerca de si el libro era de psicología. Y sí, medimos con distinto rasero. Existe esa tendencia o capacidad innata de alguna gente de caer bien, entrar por los ojos, y se les permite lo que sea, ya sea conversación vocera, largas miradas en los espejos o cualquier banalidad. Hay gente que se nos cruza nada más verla, y no soportamos su tono de voz y mucho menos la narración del puñetero móvil. A veces ocurre. A veces también nos desengañamos. Un abrazo.
Sí es cierto que empleamos distintos raseros, aunque no siempre por los mismos motivos. En ocasiones, un aspecto físico agradable nos incita -tontos de nosotros-, a ser más amables y transigentes, y en otras -el caso que tú citas-, el detonante de nuestra deferencia es un defecto -a nuestros ojos-, una minusvalía, una deficiencia.
En el primero de los casos, nuestro trato es baboso, casi servil, pero muy habitual; en el segundo, impulsados por un sentimiento de bonhomía mal entendido, nos creemos en la obligación de ayudar, favorecer, o ser más indulgentes. Los vemos desvalidos, incapaces, y actuamos así. Y ese es nuestro error. Es entonces cuando nuestra deferencia puede ser considerada una ofensa y causar enfado,lógico o no. En fin, un problema.
La conclusión evidente es que lo más adecuado, en cualquier caso, es actuar de igual modo, sea quien sea nuestro interlocutor. Así sería perfecto. Lástima que sea imposible.
Un abrazo.
P.S.- Perdón por el discurso.
Pues a mí me da igual, ya no es la primera vez que llamo la atención a los que se quieren colar en correos y a las que lo quieren hacer en la panadería: este invierno le dije a una señora muy mayor que yo estaba antes a lo cual me rumió algo sobre la edad y las prisas, a lo cual le contesté que el abrigo imitación piel no daba preferencia.
Cristina.
Te entiendo, quizas me hubiera pasado lo mismo y no le digo nada, porque me hubiera dado pena.
besos
Conchi Cano
Hay un sector de la gente mayor, mujeres sobre todo, que se cuela siempre en las colas. Dicen que tienen prisa y luego las encuentras a unos metros pegando la hebra con otras como ella.
Distinto rasero sin duda. Yo al menos me siento culpable, lo que ya no me queda claro es si yo soy el egoísta o tal comportamiento es masivo y social.
Distinto rasero sin duda. Yo al menos me siento culpable, lo que ya no me queda claro es si yo soy el egoísta o tal comportamiento es masivo y social.
Si eres una mujer guapa, feliz, con un marido estupendo y el aspecto económico resuelto de por vida, te aseguro que eres el blanco perfecto de muchísimas mujeres (y perdona por ser tan explícita respecto al género)que apaciguan sus frustraciones atacándote y rechazándote, independientemente de tus acciones o persona. A veces me sorprendo de la capacidad que tienen las mujeres para odiarte por las razones más insospechadas.
Yo pienso que está bien, en algunas cosas y mientras no se perjudique a otros, tratar de modo diferente a personas diferentes.
Para empezar todos somos distintos, en lo físico y en lo interior. Las circunstancias cambian, las relaciones con las personas son distintas... ¿por qué nos vamos a tener que comportar igual?
Sería un mundo rollo tipo "The Giver" ¿lo habeis leido?
Aparte de aquel que intuía tu novela como libro de psicología, una chica acaba de preguntar por el libro de ilustraciones...¿Está en venta el libro de ilustraciones? Y nada, ya le he contado la película.
Por supuesto que tratamos distinto en función de la imagen. Por muy educados, autocríticos y perdonavidas que seamos cuando se presenta delante tuya un bombón te relames y cuando aparece un rábano lo miras de reojo con sospecha. Aunque luego el bombón te produzca estreñimiento y el rábano acompañe fantástico a las ensaladas y te siente de maravilla.
Me parece muy curioso y muy triste un superbolso y una melena cuidada en un cuerpo informe. Así prejuzgo.
Un abrazo
Por no hablar del tipo que te rogó que estamparas tu firma en su libro junto a la de otros autores para subastarlo a beneficio de la Fundación Numen (niños con parálisis cerebral). Gracias por tu amabilidad.
Me encanta lo de Luis Buitton_auténtico_ y envidio la educcación recibida en El Femenino, tan distinta a la del Masculino de mi época . Siempre digo, desde que caí en la cuenta no hace mucho tiempo, que nos deberían haber educado en vuestro Insti;solo así podríamos pasar el rato viendo sin comprar nada en miles de escaparates de los fijos y también de los ambulantes, pero podía imaginarme hasta como haría yo los collares, con las mismas piedras pero más baratas . Menos mal que me ha tocado en suerte una mujer con habilidades entre las que se encuentra la tuya, para distinguir lo auténtico de la copia Bulgar i.Y con el tiempo me dejo llevar por ella, como aconsejaba en una boda en mi adolescencia, una amiga de la novia mientras me enseñaba a bailar en El Monterrey de Lugo .
Nena, tú vales mucho, aunque supongo que estarás cansada de oirlo .
SEito
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