Reunión
Esta noche, reunión "solochicas" en casa de Mamen: Marimén, Mamen, Monstse y yo. Será encuentro de la cuádruple M, que se repite de vez en cuando desde hace doce años, cuando las cuatro coincididmos en un excelente curso de doctorado que dictaba Pedro Sorela. Gracias a Pedro, por culpa de Pedro, leímos a Walker Evans, y la ´"Operación Masacre" de Rodolfo Walsh, y a Héctor Aguilar Camín. De aquella eran autores deculto, y algunos libreros ponían cara rara cuando nos acercábamos a pedirlos por el nombre. Por cierto, 451 acaba de reeditar el libro de Walsh, y os aconsejo que no os lo perdáis si queréis paladear una pieza excelsa de Nuevo Periodismo. Entre unas cosas y otras, la amistad - como las lecturas - resistió bien el paso del tiempo, y hoy nos volvemos a encontrar para hablar de muchas cosas y para recordar otras.
Ayer volví de Cádiz. Llevaba años sin visitar la ciudad. Cuando estaba en la Universidad estuve allí varias veces, y me bañé en el Atlántico y paseé por las arenas doradas de la playa larguísima que vive en comunión con la ciudad. Vi el mismo mar de entonces, y una ciudad más ordenada y más limpia, más parecida a La Habana que la última vez. Volví a comer cazón en adobo, y a escandalizar a mis compañeros de mesa al contarles que, en Galicia, devuelven los cazones al mar, porque su carne recia y algo correosa no gusta a nadie. Me encanta contar esa historia paladeando el cazón crujiente mientras veo las caras de asombro de los gaditanos que la escuchan.
En Cádiz conocí a Antonio y a Patty, lectores en la distancia, que encontraron en Rota la paz y la buena vida que les negaba Madrid. Patty, que es toda vivacidad, me cuenta que pasó cinco años en un hospital y cinco más en una silla de ruedas a consecuencia de un accidente. Al verla mirar, al verla reír, cuesta pensar que esta mujer haya podido estar enferma, y pienso que donde menos te lo esperas puedes encontrar una lección para la vida.
En el viaje de regreso a Madrid, acabo "Los hombres que no amaban a las mujeres",y encuentro justificado que el libro de Larsson se haya convertido en un best seller internacional. La historia es magnífica,aunque no veo tan clara su adaptación al cine. Al parecer, y tras el estreno de la versión sueca, los americanos preparan una nueva entrega de la historia, supongo que con la intención de decir aquello de "sí, está bien, pero nosotros lo vamos a hacer mucho mejor". Suerte a todos. Por mi parte, ahora voy a leer un volumen que me envía Juan Milá, de Salamandra, y que se titula "Genesis". También me tienta lo último de Martin Amis, aunque después de la "boutade" que pronunció en el Hay Festival - ya sabéis, que hay que dar gracias ETA por haber dado matarile a Carrero Blanco - siento el deseo de ponerlo en cuarentena durante unos meses. De hecho, iba a recomendaros un libro suyo... pero no lo pienso hacer hasta que se me olviden sus palabras frívolar, indignas de un tipo capaz de escribir...ehhh.... no lo voy a decir.
De vuelta en Madrid, trato de poner en orden el trabajo atrasado. Escribo un texto sobre Luis Alberto de Cuenca, y al repasar algunos de sus poemas encuentro uno que me había gustado mucho hace unos años: "Tú, que eres todas las mujeres / no sé si voy a ser capaz / de recordarte y recordarme". Confieso que hace mucho que no leo poesía. Antes sí lo hacía, pero me temo que la lírica no es buena compañera de viaje, y todas mis lecturas han de pasar, a la fuerza, por el despegue de aviones y el tránsito en trenes.
Mi agente me cuenta que acaba de firmar un contrato para traducir al griego "La importancia de las cosas". Es la editorial Oceania quien va a ocuparse de poner mis palabras en la lengua de los clásicos, y supone una dosis extra de moral. Ayer envié un correo a Zenia, la editora que ha querido comprar los derechos, para darle las gracias, aunque siempre creo que cuando agradezco algo no soy capaz de expresar bien lo que siento al hacerlo.
Esta semana, más viajes: el viernes por la tarde y el sábado, mañana y tarde, estaré firmando libros en la Feria de Sevilla. Este es, seguramente, el mejor mes para visitar la ciudad. Los árboles estarán cargados de naranjas, y habrá jazmines en los Reales Alcázares, donde cenaremos el viernes. El sábado iré a comer ortiguillas a Casa Robles y recordaré a Félix Bayón, con quien cené allí junto a Carlos Cano. Ahora, ellos dos están muertos, y tengo la sensación de que Félix me falta todos los días. Si viviese, el sábado Marcial y yo bajaríamos a Marbella, a su casa hospitalaria, a sentarnos debajo de la buganvilla para tomar gintonics y hablar de todas las cosas del mundo.
A partir de una edad, nada es completo. Siempre nos falta alguien.
Ayer volví de Cádiz. Llevaba años sin visitar la ciudad. Cuando estaba en la Universidad estuve allí varias veces, y me bañé en el Atlántico y paseé por las arenas doradas de la playa larguísima que vive en comunión con la ciudad. Vi el mismo mar de entonces, y una ciudad más ordenada y más limpia, más parecida a La Habana que la última vez. Volví a comer cazón en adobo, y a escandalizar a mis compañeros de mesa al contarles que, en Galicia, devuelven los cazones al mar, porque su carne recia y algo correosa no gusta a nadie. Me encanta contar esa historia paladeando el cazón crujiente mientras veo las caras de asombro de los gaditanos que la escuchan.
En Cádiz conocí a Antonio y a Patty, lectores en la distancia, que encontraron en Rota la paz y la buena vida que les negaba Madrid. Patty, que es toda vivacidad, me cuenta que pasó cinco años en un hospital y cinco más en una silla de ruedas a consecuencia de un accidente. Al verla mirar, al verla reír, cuesta pensar que esta mujer haya podido estar enferma, y pienso que donde menos te lo esperas puedes encontrar una lección para la vida.
En el viaje de regreso a Madrid, acabo "Los hombres que no amaban a las mujeres",y encuentro justificado que el libro de Larsson se haya convertido en un best seller internacional. La historia es magnífica,aunque no veo tan clara su adaptación al cine. Al parecer, y tras el estreno de la versión sueca, los americanos preparan una nueva entrega de la historia, supongo que con la intención de decir aquello de "sí, está bien, pero nosotros lo vamos a hacer mucho mejor". Suerte a todos. Por mi parte, ahora voy a leer un volumen que me envía Juan Milá, de Salamandra, y que se titula "Genesis". También me tienta lo último de Martin Amis, aunque después de la "boutade" que pronunció en el Hay Festival - ya sabéis, que hay que dar gracias ETA por haber dado matarile a Carrero Blanco - siento el deseo de ponerlo en cuarentena durante unos meses. De hecho, iba a recomendaros un libro suyo... pero no lo pienso hacer hasta que se me olviden sus palabras frívolar, indignas de un tipo capaz de escribir...ehhh.... no lo voy a decir.
De vuelta en Madrid, trato de poner en orden el trabajo atrasado. Escribo un texto sobre Luis Alberto de Cuenca, y al repasar algunos de sus poemas encuentro uno que me había gustado mucho hace unos años: "Tú, que eres todas las mujeres / no sé si voy a ser capaz / de recordarte y recordarme". Confieso que hace mucho que no leo poesía. Antes sí lo hacía, pero me temo que la lírica no es buena compañera de viaje, y todas mis lecturas han de pasar, a la fuerza, por el despegue de aviones y el tránsito en trenes.
Mi agente me cuenta que acaba de firmar un contrato para traducir al griego "La importancia de las cosas". Es la editorial Oceania quien va a ocuparse de poner mis palabras en la lengua de los clásicos, y supone una dosis extra de moral. Ayer envié un correo a Zenia, la editora que ha querido comprar los derechos, para darle las gracias, aunque siempre creo que cuando agradezco algo no soy capaz de expresar bien lo que siento al hacerlo.
Esta semana, más viajes: el viernes por la tarde y el sábado, mañana y tarde, estaré firmando libros en la Feria de Sevilla. Este es, seguramente, el mejor mes para visitar la ciudad. Los árboles estarán cargados de naranjas, y habrá jazmines en los Reales Alcázares, donde cenaremos el viernes. El sábado iré a comer ortiguillas a Casa Robles y recordaré a Félix Bayón, con quien cené allí junto a Carlos Cano. Ahora, ellos dos están muertos, y tengo la sensación de que Félix me falta todos los días. Si viviese, el sábado Marcial y yo bajaríamos a Marbella, a su casa hospitalaria, a sentarnos debajo de la buganvilla para tomar gintonics y hablar de todas las cosas del mundo.
A partir de una edad, nada es completo. Siempre nos falta alguien.
Etiquetas: Félix Bayón, Feria del Libro de Cádiz, Feria del Libro de Sevilla, Los hombres que no amaban a las mujeres
8 comentarios:
Marta, me encanta leerte.
Aunque no sé si me animaré con "Η σημασία των πραγμάτων".
Un abrazo,
Thomas
DEBERIAS COBRAR POR DARNOS TANTAS SATISFACCIONES CON TUS TEXTOS. ¡GRACIAS!
Enhorabuena, a por los griegos.Al menos´tú nos das noticias felices, en Lugo volvemos a llorar, se nos ha ido otra jugadora de voleibol.
Felicidades por esa traducción al griego. Yo ¡por fin! he conseguido "Que veinte años no es nada" en edición de tapa dura. Ha tardado algo más de una semana pero lo que no me consiga esta chica de la librería... Es el único que me falta por leer. Estoy ansiosa. Por cierto, también me encantó Stieg Larsson y deseando que salga el tercero. Un saludo.
Me encanta ver lo que nos cuentas cada día. No puedo dejar de leer tus libros, ahora estoy con "La importancia de las cosas" y me queda "Que veinte años no es nada". El resto ya están leídos y a cada cual mejor. Enhorabuena :)
www.fotolog.com/allwhatiwant
Yo estoy con "La importancia de las cosas" sencillamente genial. Agradecidísimo.
Para nosotros fue un gusto el rato disfrutado en tu compañía, con la naturalidad de quien se conoce desde siempre. Besos de los dos, enhorabuenas por la traducción al griego y recuerda que la oferta de acogida iba en serio. En el blog está nuestro correo.
¡Qué mala es la timidez!
Ya han pasado unas cuantas semanas y todavía tengo la misma sensación de desilusión: la charla que me habría gustado tener contigo aunque breve, muy breve -acuciada por la situación-, la mataron los nervios, el tiempo que se me acababa, los niños, padres, personal de la librería y demás lectores a la espera de verte...
Hoy he pasado otra vez por "La Regenta" sin reloj y sin obligaciones, pero claro, no estabas -pura nostalgia-. Me queda de ese día la firma epílogo y un
gusto a medias, sólo redimido por el afecto y cercanía con los que siempre tratas a tus lectores.
Me alegro mucho por los griegos, disfrutarán de buena lectura, y por supuesto enhorabuena a ti también por tan magnífica noticia.
Felicidades!
Un abrazo,
Rosa
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