viernes, 5 de diciembre de 2008

Envidiando a Mrs. Wharton

Cada vez que vuelvo de un viaje recuerdo a Edith Wharton. Y la envidio por algo más que por todas las novelas que dejó escritas. Porque Edith Wharton viajaba mucho, pero ella era rica, y cada vez que regresaba de una excursión la esperaba un ejército de criados para deshacer maletas, lavar la ropa sucia, planchar y ocuparse de otros asuntos de intendencia. Yo no soy Edith Wharton, y por eso llevo veinticuatro horas en zafarrancho de combate. Marcial dice que en vez de volver de viaje parece que volvemos de la guerra.

Al llegar, descubro que el sistema sí ha guardado el borrador que escribí en Perú, así que, si te interesa, lo he subido justo antes que este.

Lo hemos pasado mejor que bien. Lima es una ciudad muy especial, muy desordenada, ruidosa y de tráfico desmadrado, pero a pesar de que no es bonita, algunos sitios si lo son. Y mucho. El convento de San Francisco es un lugar suspendido en el tiempo, con un claustro silencioso con aire de selva y una biblioteca llena de tesoros donde cualquiera a quien interesen los libros querría quedarse encerrado. La catedral guarda sorpresas: desde el sobrio sepulcro de Francisco Pizarro al ruido particular que hacen sus columnas cuando se las golpea: nuestro guía nos explica que, para poner la basílica a salvo de terremotos, se construyeron de madera. La Plaza de Armas es una verdadera belleza, lo mismo que la más discreta Plaza San Martín. Allí se encuentra el Hotel Bolívar que, construído para alojar a Jefes de Estado y turistas de postín, ha ido quedando relegado a un lugar más modesto, pues los prohombres en visita oficial a la capital del Perú prefieren alojarse en los nuevos hoteles de lujo en San Isidro o Miraflores, más cómodos para trasladarse que el caótico centro histórico.



En el Bolívar tomé un café espantoso y un pisco sour excelente - dicen que el mejor de toda la ciudad - y paseé sin guía ni ruido por inmensos salones clausurados que evocan el esplendor de otra época, cuando en el Hotel se celebraban puestas de largo y cenas de gala. Como recuerdo de esa época dorada quedan las columnas de mármo, los techos de diez metros, el parquet aún brillante como si fuese inmune al abandono, las arañas de cristal y un puñado de camareros que parecen venidos de otro siglo para recordar que hubo un tiempo mejor para el hotel y para el centro de Lima.





Si la ciudad me gustó, el verdadero regalo de este viaje fue la gente espléndida que conocí en Lima. Empezando por mis alumnos del taller, que hablaban el español puro y rico que en España se está perdiendo, y utilizan una sintaxis envidiable´que da aún más lustre al dulce acento limeño. Trabajamos durante seis horas, me hacen preguntas inteligentes, toman notas y se despiden de mí con la ceremonia cortés que en otros tiempos se reservaba a los profesores. Eran buenos chicos, algunos con verdadero talento para la escritura. Espero que sigan adelante.



Luego, la gente del Centro Cultural: Ricardo Ramón, su director, que va por los pasillos cargado de un entusiasmo contagioso; el diabólicamente eficaz Carlos Lomparte, que hizo un milagro para conseguirme billetes a Cuzco a un tercio del precio que me pedían en España; la dulce Miriam, que tenía una risa musical y fácil; Yolanda Prada, que me prestó su propio ordenador cuando Marcial se vio en un apuro de trabajo... gente espléndida, trabajadora, buena, inusualmente alegre. El día de mi conferencia en el Centro, Ricardo organizó una cena en un restaurante increíble... en una ciudad de increíbles restaurantes, así que imaginad. La carta de "Rafael" era de una espectacularidad mareante. Nos reunimos allí Ricardo, Marcial, José Ovejero - que participaba también en la Semana de Autor - Marisa y Quique Planas, mi presentador, escritor peruano y uno de los más respetados periodistas culturales de la ciudad. Fue un encuentro divertidísimo, donde sólo las excelencias de la cocina nos distraían un poco de la conversación. Hablamos de muchas cosas y nos reímos muchísimo. Una noche redonda.

La cocina peruana ha sido otro de los grandes hallazgos. Sé que volveré al país para regresar a los ceviches, a los tiraditos de lenguado, a los anticuchos de corazón de res, a pescados que no había probado nunca, a los tequeños, a las causas (patatas rellenas de cangrejo o pollo y aguacate), al rocoto - un pimiento rojo y picante que se sirve relleno y te quema la boca - a la increíble oferta de platos tradicionales fusionados con la gastronomía oriental. En el club nacional me sirvieron las zamburiñas más ricas que he probado en mi vida, y he descubierto las milanesas de pargo y de gambas. Para alguien como yo, que incluso comiendo habla de comida, Lima es la tierra prometida, el paraíso soñado, la boca permanentemente hecha agua.



Para la última noche, Carlos Lomparte me recomendó un restaurante en San Isidro, el José Antonio: cocina peruana pura, sin los toques de fusión de otros locales. Salimos mareados de salteado de lomo y pisco sour. Antes de regesar a casa tomamos una copa en el casino del hotel Marriott, donde centenares de chinos se entregaban a furiosos mano a mano con las tragaperras, o jugaban pequeñas fortunas en la mesa de la ruleta. Marcial y yo perdimos veinte dólares apostando tozudamente a cuatro números elegidos al principio, una técnica que otras veces me ha dado buenos resultados. Pero supongo que no conviene tentar la suerte: quizá ya he tenido bastante con esta soberbia estancia en Lima, de la que he vuelto cargada de buenos recuerdos y de imágenes que se me harán eternas.

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10 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Aunque no tenga que ver con el tema tan interesante que propone hoy, y en el que me muestro totalmente de acuerdo con usted por mi reciente viaje a Perú y Bolivia, quisiera recabar su opinión acerca de unas declaraciones de un escritor gallego, que me imagino no le habrán pasado desapercibidas.
Ayer, leyendo La Voz de Galicia me quedé perpleja por no decir alguna otra cosa que falte al respeto a las personas, con un titular de Santiago Jaureguizar en la que este profeta dice que por lo visto es el único escritor gallego que quiere vender libros.
Yo no sé si será chulería perpetua o falta de sentidiño común, pero vamos a ver, a los verdaderos escritores gallegos no les hierve la sangre leyendo semejante burrada, impropia de un escritor, periodista o persona, precisamente por insultar, es mi opinión, a sus propios compañeros o hasta posibles lectores, a los que desde luego el mismo les quita las ganas.
Ayer lo comentaba con mi marido, usted misma, José de Cora (para quien por cierto trabaja), Ramón Pernas, Inma López Silva, Xavier Docampo, Alfredo Conde, Pablo Núñez, Miguel Anxo Murado, Lois Diéguez, por poner algunos ejemplos sin querer olvidarme de nadie, porque no es justo ni meter en el mismo saco ni dejar a nadie de él, pero sólo para comentar lo siguiente. ¿Ninguno de ustedes quiere vender libros como afirma el mister ególatra, nadie se atreve a pararle los pies o que ocurre? Si cualquiera de ustedes ha vendido posiblemente más libros, de la calidad ni hablamos porque nos sonrojaríamos todos, que el susodicho en toda su vida y aunque revenda sus famosas camisetas en los todo cien o rastrillos de segunda mano para imbéciles. Digan algo por Dios, porque éste se convierte en Dios, se lo cree y se lo pasa por las narices a toda Galicia, quedándose tan ancho. Lo mismo es un estrategia de pirado para reírle las gracias a otros pirados.
Yo ni soy periodista ni tengo acceso a los medios, a La Voz que publicó la soberbia, o a El Progreso que es donde trabaja, pero no soy tonta y mi titular cambiaría un poco: “Por lo visto yo soy el único escritor gallego que amenaza a todos los jurados con el o me lo dais a mí o os pongo verdes en los medios, y como trabajo en El Progreso os machaco” Si toda Galicia lo sabe porqué nadie lo denuncia, repito, a los que se dedican a la literatura o al periodismo, ¿no les hierve la sangre? Y El Progreso, en el que también la sigo los domingos, ¿no tendrá algo que decir? Después presume el tío de que en la redacción se lo pasan pipa cuando el Chuza la insulta, ¡pero si el Chuza lo controlan ellos!
Por favor Marta, que opina de esto, ¿no considera que se les ningunea?
Mª Xesús Docampo. Vigo.

8 de diciembre de 2008, 4:37  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Amiga María Xesús, no merece la pena, precisamente Marta, ejemplo de libertad en este blog, es muchas veces objeto de sus chanzas y paranoias, eso sí en privado, porque en público o en su medio, ¡non ten coll...!
Claro que influye en los premios, eso lo sabemos todos, los que no gana son una mierda y están amañados. Lo que vende, lo comprará él si tiene pasta, porque es todo una fozañada.

8 de diciembre de 2008, 4:41  
Blogger Marta Rivera ha dicho...

Querida María Jesús, agradezco su indignación, que supongo nace de la generosidad y el afecto.
Tengo por costumbre no prestar excesiva atención a determinado tipo de declaraciones. No sé nada del interés del señor Jaureguízar por vender sus libros, ni es un tema que me preocupe especialmente. Yo intento que mis novelas lleguen a los lectores y, desde luego, estoy encantada de vender cuantos más libros mejor.
Me pregunta usted si no me hierve la sangre cuando leo este tipo de declaraciones... pues, la verdad, no. Hay demasiadas cosas que me preocupan muchísimo más. Tampoco me importan los insultos del chuza, de los que tengo noticias por terceros, ya que no sigo esaweb. ¿Sabe por qué? Simplemente, porque tengo la inmensa fortuna de jugar en otra liga.

8 de diciembre de 2008, 8:12  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿De tal modo y maner que a Manuel Rivas tampoco le interesa vender libros?. Ya entiendo: a los que no les interesa se los compra el público ya los que sí se los compra la Xunta de Galicia qu es el refugio de los mediocres.¿De los mediocres?. Ni eso siquiera.
A.Revaldería, VIGO

8 de diciembre de 2008, 10:52  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿como es posible que hayas probado las mejores zamburiñas de tu vida al otro lado del charco?
Imperdonable para la cocina gallega ;)

Cambiando de tercio, podremos reprochar muchas cosas a los inmigrantes latinos que nos rodean. Pero se reconoce en esa esmerada cortesía y en la riqueza de su lenguaje usos que, en esta vieja España, quedaron en el camino hace años. A ver si se nos pega algo...


Y en cuanto a las azafatas recuerdo un viaje de vuelta de Buenos Aires lleno de improperios por parte de esas señoritas. Maleducadas y desaseadas para más inri. Sigo esperando (desde hace siete años) las contestación de Aerolineas Argentinas a una protesta por escrito.
Veo que en todas las compañías cuecen habones...

9 de diciembre de 2008, 4:37  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Como se me nombra por aquí, gracias María Xesús por nombrarme rodeado por tan grata compañía y muchos que faltan. Sí, supongo que a todos nos gustará vender libros, yo estoy empezando, y como todas las sensaciones que estoy viviendo me son extrañas, más que gustarme, que también, me ilusiona, la primera vez que vi a alguien comprando mi novela casi lloro, cuando la vi en un escaparate o en una Feria del Libro, o se la dedique a un lector casi lloro también.
En cuanto a la polémica de la que hablas, la verdad es que ha corrido como la pólvora, hace un ratito en la radio con algún escritor protestando. Yo cuento mí experiencia, Jaureguizar me hizo la primera entrevista de mi vida a dos días de la famosa final del Planeta con "Las hijas del César" en la que coincidí con Marta y en la que ella triunfó con "En tiempo de Prodigios" (Si os gustó, lo que os digo siempre, y lo que queda por venir, falta poco, en marzo nueva criatura), por lo que nunca olvidaré ni la entrevista ni el periodista, por supuesto. De acuerdo que a veces lo tachan de polémico, pero cada uno tiene su forma de ser y como decimos por aquí, non é mal rapaz (no es mal chaval)Por cierto como periodista tiene buena chispa, y como escritor, lo que ha caído en mis manos me ha gustado. En el resto no entro porque desconozco, por cierto ayer me lo encontré por la calle y las camisetas son chulas, mujer.
Marta lo ha sentenciado bien, cada uno con sus obras y sus lectores, que son los que compran. Todos nos merecemos un espacio, y él desde luego también.

9 de diciembre de 2008, 14:19  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Bueno, Marta, pues tú envidias a Wharton, pero yo te envidio a tí, ya te lo he dicho más de una vez. Me encanta, sobre todo eso que cuentas de la gente, de ese rico, riquísimo castellano del que tanto tendríamos que aprender, y de esa forma de ser con la que me he familiarizado a base de leer (todas) las obras de Vargas Llosa...
En fin, está muy bien que vayas tú y nos lo cuentes. No sé quién dijo algo así como que "los libros son el viaje de los que no pueden viajar..."
Besitoss
Pepa

10 de diciembre de 2008, 3:22  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Me parece que están meando fuera del tiesto, si se me permite la expresión.
Creo que cuando Jaureguízar dice "por lo visto soy el único escritor gallego que quiere vender libros" no se está refieriendo a Marta ni a Rivas ni a los de, como Marta ha dicho, "juegan otra liga", sino a una mayoría de escritores en lengua gallega más preocupados en llegar a sus iguales que a los lectores.

Como dice Pablo Núñez, Jaureguízar es buen rapaz.
Además, creo que no le falta razón a lo que denuncia entre líneas. La literatura gallega, como todas las demás, necesita más escritores preocupados por narrar historias y menos guardianes de la lengua.

Saludos,

Iria Lugo

10 de diciembre de 2008, 4:11  
Blogger Wannabe A ha dicho...

¡Qué envidia de viaje, el tuyo!
Yo una vez estuve en una casa de Edith Wharton en Versalles.
Un básico de decoración es el libro que escribió con Ogden Codman, donde encontrarás más motivos de envidia...basicamente habla de la decoración y organización y de sus casas, en Cerdeña, París, Versalles, Filadelfia...
Yo tengo idealizado (porque nunca he viajado allí) el comportamiento y la educación amerindia. Me parecen como de campesinos castellanos pobres. Con muchísima dignidad y sobriedad, en las formas de expresion y la forma de relacionarse con desconocidos (mas en contraste con el caribe, por ejemplo, que serían todo lo contrario). Lo veo en los inmigrantes en Madrid. Pero no sé sí es real. ¿Cual es tu opinión?
Besos

10 de diciembre de 2008, 4:43  
Blogger Marta Rivera ha dicho...

Wannabee, coincido contigo en lo que respecta a educación y buenas maneras entre la gente del otro lado del charco.
Por cierto, el libro de Ogden Codman y E. Wharton lo conozco, pero nunca lo he visto. ¿Puedes darme la referencia?

Anónimo, lo de las zamburiñas peruanas me duele en el alma, pero es que nobleza obliga: estaban increíbles. Tenían una salsa rarísima y una cobertura crujiente... en fin, no sigo.

12 de diciembre de 2008, 9:27  

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