Volver a empezar
Ya he vuelto...aunque, la verdad, no me fui por voluntad propia. Problemas técnicos en el sistema me aparataron de esta bitácora durante más de cuatro meses. Ya solucionados, aquí estoy de nuevo con ganas de más. Supongo que en estos meses se habrán desconectado buena parte de quienes seguían mis comentarios, y espero poder recuperarlos en las próximas semanas.
¿Cosas que pasaron en estos meses? Habría que hacer una lista... Y me temo que si me decido acabaré olvidando anotar cosas importantes. Pese a todo, cumplí cuarenta años y lo celebré de largo, diblando además la célebre crisis de la cuarentena. A mí lo de cumplir años me parece fundamentalmente una buena excusa para tomar copas con los amigos. Y puedo asegurar que cayeron unas cuantas...
Como también durante la celebración de la victoria de España en el mundial. El fútbol me gusta moderadamente, pero me gusta. Ý, sobre todo, me interesa la épica de la victoria y la derrota, lo que hay detrás de un triunfo o de un fracaso, que son, al final, los mismos ingredientes que los que construyen las mejores piezas de la literatura, de la tragedia griega a los dramas y las comediasde Shakespeare. Es la pasión (hecha del deseo, las ambiciones, los anhelos, la ira) lo que está detrás de todo. A este respecto, la copa del mundo tuvo los tintes de una película de Hollywood: había un entrenador bondadoso puesto en entredicho por su antecesor en encargo, y una equipo de chicos que deberían ser enemigos naturales y sin embargo se respetaban y se querían. Había un portero enamorado de una chica y un puñado de malvados que torpedeaban su amor. Había un jugador bajito, pálido y feo, y un periodista a punto de inciar una nueva aventura en su vida radiofónica contándolo todo. Llegó una derrota para anteceder a un rosario de triunfos, y luego vino el delirio, el acabose, las lágrimas, el beso de tornillo, la princesa metida a reportera, la caravana de la victoria recorriendo Madrid, el niño grande del seleccionador bondadoso abrazando la copa... y los villanos, los malvados, los que se habían pasado el campeonato poniendo palos en las ruedas, rechinando los dientes y buscando una piedra con la que taparse. Fin.
El verano fue largo e intenso: cinco días en Dubrovnik con mi familia, sintiendo otra vez la caricia azul del Adriático - no hay mejor mar para bañarse - y pasenado por las callejas mil veces hermosas de la ciudad antigua. Desde que visité la ciudad por primera vez, hace ya cinco años, siempre dije que el paraíso debe ser algo muy parecido. Los niños estaban morenos y felices, y mi sobrina Marta me comentó, mientras hacíamos las maletas para acabar los días dichosos: "lo que yo no entiendo es por qué no podemos quedarnos aquí todo el verano".
Luego, unos días en Galicia, empezando por la Feria del Libro de La Coruña: Mesa redonda organizada por Ámbito Cultural - El Corte Inglés con Rosa Regás, Vanessa Montfort y Fernando Marías. Mucha gente en la carpa, reencuentro con mis amigas de la librería NOS, visita de algunos lectores... luego, una cena con sobremesa larguísima y al día siguiente, un paseo con los forasteros por la ciudad vieja.
Los últimos doce días de agosto nos fuimos Marcial y yo a Estados Unidos: Nueva York y Chicago, donde nos esperaba Eduardo y el apartamento más bonito del mundo, en el piso 55 de un rascacielos vecino de la torre Hancock. Nuevos amigos, nuevos rincones de la ciudad que ya conocíamos y la oportunidad de reencontrar a Eduardo, que es amigo mío desde hace 22 años, y que se fue de España hace quince. En este tiempo hemos sostenido el afecto con encuentros fugaces en Nueva York y Madrid, correos electrónicos, largas llamadas de teléfono y la voluntad de no olvidarnos. Fue estupendo pasar a su lado esos cuatro días para reeditar la época de la Universidad.
Estaba en Chicago cuando murió mi abuelo. Llevaba un año muy enfermo, y su muerte no me cogió de sorpresa. El corazón estaba preparado desde hace semanas para que sucediera, pero fue duro estar tan lejos cuando sucedió. Yo era su nieta mayor: cuando nací, él tenía solo cincuenta años. Fue un abuelo atípico, nada amigo de cantar canciones ni de jugar. Se jubiló todo lo tarde que pudo, y mantuvo el tipo hasta el final. Era generoso, muy divertido, tenía sentido del humor y era milagrosamente sociable. Le gustaba bailar, fumar, tomar copas, y creo que si alguna vez sintió admiración por mí fue aquel día que me tomé frente a él media botella de tequila. Cuando ya sabía de su muerte, y mientras observaba el espectacular atardecer con el sol tiñendo de oro el cristal y el acero, pensé lo bueno que hubiese sido que la edad y la muerte lo hubieran respetado para siempre, yque me abuelo se hubiese sumido en unos eternos setenta años que fueron, creo, su mejor edad.
En Nueva York, paseos larguísimos y compras descabelladas. Nos quedamos en un club privado frente al hotel Plaza, y durante seis días desayuné viendo los árboles de Central Park. Una noche en que subíamos al restaurante para tomar una copa frente al atardecer rosado de Manhattan, compartimos ascensor con una pareja de película: él, enjuto y firme, de impecable traje veraniego, pelo levemente engominado y el aire intemporal de los caballeros ancianos que describía Edith Wharton. Ella, menuda y bajita, en un traje blanco y negro rematado con enormes perlas de tres vueltas, sombrero diminuto... ¡ y guantes blancos! Aquellos guantes blancos en el ferragosto neoyorquino son uno de los más singulares recuerdos de un verano feliz.
Estos meses me han servido para acabar una novela juvenil titulada "Sombras" que se publicará el próximo mes de octubre. Nada que ver con mi anterior producción: sangre, crímenes impunes, un amor secreto. Es una historia pensada para los más jóvenes y que va a publicar Destino Juvenil. Que la suerte me acompaña, que falta hace. Además, sigue avanzando la adaptación de mi novela "Hotel Almirante", que llevará a la pantalla en formato televisión una pequeña productora gallega. Cuando empiezan a hablarme de localizaciones, de actores, de nombres que pondrán cara a los personajes de Juan´Sebastián Arroyo, Javier Aldao o Lía Leal, recuerdo el consejo que me dio hace tiempo el añorado Jesús Díaz: en caso de adaptación de un texto tuyo "take de money and run". Toma el dinero y corre... en fin, tendría que volver a nacer. Tengo la mala costumbre de meter las narices hasta donde me lo consientan, y esta vez no va a ser una excepción.
¿Cosas que pasaron en estos meses? Habría que hacer una lista... Y me temo que si me decido acabaré olvidando anotar cosas importantes. Pese a todo, cumplí cuarenta años y lo celebré de largo, diblando además la célebre crisis de la cuarentena. A mí lo de cumplir años me parece fundamentalmente una buena excusa para tomar copas con los amigos. Y puedo asegurar que cayeron unas cuantas...
Como también durante la celebración de la victoria de España en el mundial. El fútbol me gusta moderadamente, pero me gusta. Ý, sobre todo, me interesa la épica de la victoria y la derrota, lo que hay detrás de un triunfo o de un fracaso, que son, al final, los mismos ingredientes que los que construyen las mejores piezas de la literatura, de la tragedia griega a los dramas y las comediasde Shakespeare. Es la pasión (hecha del deseo, las ambiciones, los anhelos, la ira) lo que está detrás de todo. A este respecto, la copa del mundo tuvo los tintes de una película de Hollywood: había un entrenador bondadoso puesto en entredicho por su antecesor en encargo, y una equipo de chicos que deberían ser enemigos naturales y sin embargo se respetaban y se querían. Había un portero enamorado de una chica y un puñado de malvados que torpedeaban su amor. Había un jugador bajito, pálido y feo, y un periodista a punto de inciar una nueva aventura en su vida radiofónica contándolo todo. Llegó una derrota para anteceder a un rosario de triunfos, y luego vino el delirio, el acabose, las lágrimas, el beso de tornillo, la princesa metida a reportera, la caravana de la victoria recorriendo Madrid, el niño grande del seleccionador bondadoso abrazando la copa... y los villanos, los malvados, los que se habían pasado el campeonato poniendo palos en las ruedas, rechinando los dientes y buscando una piedra con la que taparse. Fin.
El verano fue largo e intenso: cinco días en Dubrovnik con mi familia, sintiendo otra vez la caricia azul del Adriático - no hay mejor mar para bañarse - y pasenado por las callejas mil veces hermosas de la ciudad antigua. Desde que visité la ciudad por primera vez, hace ya cinco años, siempre dije que el paraíso debe ser algo muy parecido. Los niños estaban morenos y felices, y mi sobrina Marta me comentó, mientras hacíamos las maletas para acabar los días dichosos: "lo que yo no entiendo es por qué no podemos quedarnos aquí todo el verano".
Luego, unos días en Galicia, empezando por la Feria del Libro de La Coruña: Mesa redonda organizada por Ámbito Cultural - El Corte Inglés con Rosa Regás, Vanessa Montfort y Fernando Marías. Mucha gente en la carpa, reencuentro con mis amigas de la librería NOS, visita de algunos lectores... luego, una cena con sobremesa larguísima y al día siguiente, un paseo con los forasteros por la ciudad vieja.
Los últimos doce días de agosto nos fuimos Marcial y yo a Estados Unidos: Nueva York y Chicago, donde nos esperaba Eduardo y el apartamento más bonito del mundo, en el piso 55 de un rascacielos vecino de la torre Hancock. Nuevos amigos, nuevos rincones de la ciudad que ya conocíamos y la oportunidad de reencontrar a Eduardo, que es amigo mío desde hace 22 años, y que se fue de España hace quince. En este tiempo hemos sostenido el afecto con encuentros fugaces en Nueva York y Madrid, correos electrónicos, largas llamadas de teléfono y la voluntad de no olvidarnos. Fue estupendo pasar a su lado esos cuatro días para reeditar la época de la Universidad.
Estaba en Chicago cuando murió mi abuelo. Llevaba un año muy enfermo, y su muerte no me cogió de sorpresa. El corazón estaba preparado desde hace semanas para que sucediera, pero fue duro estar tan lejos cuando sucedió. Yo era su nieta mayor: cuando nací, él tenía solo cincuenta años. Fue un abuelo atípico, nada amigo de cantar canciones ni de jugar. Se jubiló todo lo tarde que pudo, y mantuvo el tipo hasta el final. Era generoso, muy divertido, tenía sentido del humor y era milagrosamente sociable. Le gustaba bailar, fumar, tomar copas, y creo que si alguna vez sintió admiración por mí fue aquel día que me tomé frente a él media botella de tequila. Cuando ya sabía de su muerte, y mientras observaba el espectacular atardecer con el sol tiñendo de oro el cristal y el acero, pensé lo bueno que hubiese sido que la edad y la muerte lo hubieran respetado para siempre, yque me abuelo se hubiese sumido en unos eternos setenta años que fueron, creo, su mejor edad.
En Nueva York, paseos larguísimos y compras descabelladas. Nos quedamos en un club privado frente al hotel Plaza, y durante seis días desayuné viendo los árboles de Central Park. Una noche en que subíamos al restaurante para tomar una copa frente al atardecer rosado de Manhattan, compartimos ascensor con una pareja de película: él, enjuto y firme, de impecable traje veraniego, pelo levemente engominado y el aire intemporal de los caballeros ancianos que describía Edith Wharton. Ella, menuda y bajita, en un traje blanco y negro rematado con enormes perlas de tres vueltas, sombrero diminuto... ¡ y guantes blancos! Aquellos guantes blancos en el ferragosto neoyorquino son uno de los más singulares recuerdos de un verano feliz.
Estos meses me han servido para acabar una novela juvenil titulada "Sombras" que se publicará el próximo mes de octubre. Nada que ver con mi anterior producción: sangre, crímenes impunes, un amor secreto. Es una historia pensada para los más jóvenes y que va a publicar Destino Juvenil. Que la suerte me acompaña, que falta hace. Además, sigue avanzando la adaptación de mi novela "Hotel Almirante", que llevará a la pantalla en formato televisión una pequeña productora gallega. Cuando empiezan a hablarme de localizaciones, de actores, de nombres que pondrán cara a los personajes de Juan´Sebastián Arroyo, Javier Aldao o Lía Leal, recuerdo el consejo que me dio hace tiempo el añorado Jesús Díaz: en caso de adaptación de un texto tuyo "take de money and run". Toma el dinero y corre... en fin, tendría que volver a nacer. Tengo la mala costumbre de meter las narices hasta donde me lo consientan, y esta vez no va a ser una excepción.
Etiquetas: Chicago, Mi abuelo, Nueva York
10 comentarios:
En resumen: Confiesas que has vivido, ¿no?... :-)
Ya pienso en sobrino e hijos de amigos para regalar tu nueva novela...
Besos!
Grandes vacaciones y nuevos e ilusionantes proyectos. Mi más sincera enhorabuena por todos ellos.
Se echaban de menos tus posts.
P.S.- Lamento lo de tu abuelo.
Cierto día del año 39 un padre salió de Lugo hacia el frente del Ebro con un ataúd como única compañía...iba a buscar a su hijo.
Cierto día de los años 40 un padre gastó todo lo obtenido en un premio literario para comprar un medicamento nuevo y costoso traído desde Portugal: la Penicilina...y salvó la vida de su hijo.
Cierto día de los años 60, noche cerrada y tormenta inclemente, unos padres y su hijo estuvieron a punto de caer al mar en el puerto de Vigo. El hijo iba a embarcar...y fue marinero-cocinero-reportero, por unos días.
Desenlaces felices para que tú puedas obsequiarnos con belleza.
Nos vemos el 11, un beso muy grande.
Me alegra, Marta, volver a saber de ti a partir de esos breves retazos que incluyes en tu blog y que echábamos de menos. Y me alegra saber que estás bien. O al meno, que sigues estando.
Enhorabuena por "Sombras". Muy buena la portada. Me gusta. Lamento lo de tu abuelo
Yo me engancho desde ya. Cada día más fan de tu actitud ante la vida, de tus letras. Me incorporo ahora y soy de los nuevos, mientras los demás regresan, si saben lo que es bueno...
C.
Ya veo que han arreglado el problema, de vuelta a leerte. Me alegro que vuelvas a estar aquí.
Bienvenida Marta, se echaban de menos tus post.
O bien, como dijeron fray Luis de León y Unamuno: "...decíamos ayer..."
Qué alegría reencontrarnos, Marta
Besoss
Pepa
algunas cosas que pasaron pasan.La marcha de saramago,silenciosa y discreta
Hay que leer por ejemplo solo la primera página de "El año de la muerte de Ricardo Reis",y casi todo esta,todo todo nunca esta;y algunas de las claves de la maestria de Saramago como escritor.Esta y no esta,multiples caras y un rostro que parece capaz de reflejarlas;un hombre vaya.
Las 3D,que a lo mejor levantan el alicaido panorama cinematografico que por falta de historias,hay quien opina que Hollywood anda así porque todo el mundo del cine mamo de la cultura 60¨s hipyes y outsiders y que aparte algun fogonazo alucinante sus historias tienen el recorrido vital de un mosquito,sin sustento no armazon,en permanente descomposicion y transformacion y asi no se puede???
Empiezan los colegios y tambien la universidad que antes empezaba en Diciembre,cosas de la reforma de Bolonia que tambien hace desaparecer la carga educativa de las humanidades.Huelga general en la que la mitad de convocados son clase media,y para dejarlo ya hacia la 1 pm del pasado martes un pajaro blanco sobrevuela el cielo direccion suroeste,extraño rumbo para lo que parecia ser una cigueña,claro que apartados completamente del conocimiento no tenemos absolutamente ni idea,quiza haga el mismo trayecto que el air france hacia hacia Vigo,quiza no fuese una cigueña,imposible decirlo..
Bienvenida Marta, tus lectores echamos de menos tu post. Un besiño
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