lunes, 13 de septiembre de 2010

Arrugas

Fue como una aparción: acababa de aterrizar en Washington, y esperaba pacientemente (bueno, más o menos) la cola del control de pasaportes, cuando me volví y me encontré con uno de esos rostros vagamente familiares que tardamos unos segundos en ubicar en el lugar correcto - yo a veces tardo un poco más: este verano, en Dubrovnik, confundí a Jorge Javier Vázquez con el camarero de un bar al que voy algunas veces, y me di cuenta de quien era justo cuando ya lo había saludado cordialmente y él me contestó con una displicente sonrisa de quien está acostumbrado a los saludos de catetas desconocidas -

El caso es que reconocí a aquella anciana que ocupaba unos cuantos puestos por detrás de mí: era Vanessa Redgrave. Tenía la piel marchita y los ojos tristes - fruto supongo del cansancio del viaje y de los muchos golpes que le ha propinado la vida - y la misma expresión desorientada del resto de los viajeros a merced de la implacable administración americana,presta a maltratar a cualquiera que se deje caer por sus dominios.

Me volví hacia Marcial con la expresión enloqucida de una "groupie". Por fortuna, tengo la rara habilidad de chillar en susurros, así que pude informarle de dónde estaba exactamente la inolvidable protagonista de "Julia" sin que nadie más en la fila se percatase de que estaba a solo unos metros de una leyenda del cine. La miré extasiada mientras pude: lleva una chaqueta larga y unos pantalones anchos de aspecto cómodo, y el pelo blanco malamente recogido en una coleta. Sin embargo, había en ella algo distinto, una luz propia que me había ayudado a reconocerla entre las decenas de personas que aguardábamos el visto bueno para entrar en los Estados Unidos. Por primera vez en mi vida me planteé la posibilidad de acercarme a una desconocida por el solo placer de estrechar su mano y decirle "creo que es usted maravillosa", pero pensé que aquella mujer tenía todos el derecho a pasar desapercibida sin verse abordada por una admiradora inoportuna. Así que me contenté con ver en la distancia esos ojos magníficos y limpios, dignmente enmarcados por las arrugas naturales en todo aquel que ha vivido.

Hace unos días, en un almuerzo, coincidí con dos mujeres de unos sesenta años. Una, que debió ser atractiva, se había sometido a los dictados de la cirugía estética, y lucía un rostro inmaculado y terso, libre de pliegues y de manchas: la señora tenía mejor cutis que yo. Sin embargo, su aspecto impecable rozaba el ridículo: era como si se hubiese puesto una careta. Sus ademanes, el brillo de los ojos, las manos, las faciones incluso, delataban sin más problemas su edad real. Su piel operada era una especie de timo de la estampita en el que, me temo, sólo ella misma estaba dispuesta a caer. Frente a mí había otra mujer de la misma edad: tenía una sonrisa preciosa, los ojos vivísimos y estaba arrugada como una pasa, como corresponde a alguien de su edad. No tuve ninguna duda a cuál de las dos mujeres quiero parecerme dentro de veinte años.

Al ver a aquellas mujeres, recordé mi fugaz encuentro con Vanessa Redgrave, y cómo esa dama esplendorosa no quiso escuchar jamás el canto de sirenas de la cirugía estética. Las arrugar del rostro, todas y cada una de ellas, son el precio que hay que pagar no por haber vivido, sino por reconocerse a una misma frente al espejo. No pienso renunciar al privilegio de mis arrugas. De ninguna forma quiero convertirme en esa mujer cuyo rostro intenta disimular, en una triste máscara que a nadie engaña, el paso inexorable del tiempo que se ocupa de ponernos a todos en el lugar que nos corresponde: frente a nosotros mismos.

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8 comentarios:

Blogger Más claro, agua ha dicho...

Por eso hay señoras que pasean triunfales por la vida y otras sólo pueden hacerlo por los museos de cera...

;-)

13 de septiembre de 2010, 3:21  
Blogger Anita Noire ha dicho...

Paseo mis incipientes arrugas con el gusto que dan los años vividos, las buenas y las malas experiencias y no pienso renunciar a ninguna de ellas. Me han costado muchas sonrisas y otras tantas lágrimas. Son la huella de lo que vivo y lo que vivo soy yo misma.

Anita Noire
:-)

13 de septiembre de 2010, 3:23  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Este verano me he leído algo tuyo: "Otra vida para Cristina".

Fdo: Cristina (!)

13 de septiembre de 2010, 9:33  
Anonymous CArmen ha dicho...

Bienvenida. Un gusto poder leerte de nuevo. Vivan las arrugas y las canas. Bien llevadas y cuidadas favorecen muchísimo. Los neumáticos para los coches.
Qué envidia poder estar cerca de la REdgrave. Es M A R A V I L L O S A.
¿Me podrías explicar exactamente cómo se desarrolla la extraña habilidad de chillar en sussurros? No soy capaz y me parece muy práctico...
Abrazos

13 de septiembre de 2010, 11:55  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Me alegro de que vuelvas Marta! creía que nos habías olvidado... Un besiño enorme

13 de septiembre de 2010, 15:15  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Yo a veces comparo mis fotos con las de hace 8 años y es un claro ejemplo de que el tiempo no perdona, que he llorado más que he reído, que he sufrido mucho pero que sigo aquí, con arrugas o sin ellas he pasado los 40 y algunas de mis amigas no han llegado. Que las arrugas envejecen pues muy bien ya no tengo 20 años, y doy gracias a Dios por no tenerlos en esta nueva generación. Tu cutis Marta es perfecto ya nos gustaría a muchas....Besiños. Carmen.

14 de septiembre de 2010, 3:48  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Se te echaba de menos Marta, siempre es un verdadero placer leerte. Sigo tu blog desde hace tiempo, pero hasta hoy no me habia decidido a dejar un comentario. Me encanta como escribes, tu estilo, y sobre tu entrada simplemente añadir una frase "Sólo las arrugas del alma son capazes de hacernos viejos, jamás las de nuestro rostro".
Un saludo Marta

14 de septiembre de 2010, 10:29  
Anonymous Anónimo ha dicho...

si no nos referimos a medicina y salud,es un ejemplo mas de que la vanalidad y la tonteria se contagia cada dia a golpe de click y que lo contrario meses o años,mientras seguimos en una tendencia en que lo antinatural se vuelve normal y lo que es propio se convierte en habito ridiculo,asi que si hay algo que ud sabe que es propio hagalo sin mas no importa lo que digan unos labios postizos que estan inflamados cuando no les toca,,,

14 de septiembre de 2010, 16:09  

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