Regreso al trabajo
La semana pasada se celebró la fiesta de salida del tercer volumen de Milleniun, de Stieg Larsson(Por favor, los que se ponen como fieras cuando hablo de vida social que dejen de leer en este momento, no les vaya a subir el azúcar). Una celebración preciosa a la que nofaltaron ni el embajador de Suecia - que actuó de maestro de ceremonias junto a Lorenzo Silva y el alcalde de Madrid - ni la editora sueca de Larsson. Con Silvia Sesé, de cuya mano entraron en España los libros de Millenium, hablé un rato sobre lo irónico del destino: aquella fiesta, toda aquella gente entusiasmada por un libro, y su autor muerto. Silvia y Emilia Rosales, director de Destino, coincidían en afirmar que hubiesen dado casi cualquier cosa por haber podido conocer a Larsson. Apuesto a que no son los únicos.
Con Nico Casariego brindamos por la buena marcha de un proyecto de primera magnitud en laque está embarcado. Nico es un escritor excelente y una de las personas ´más sutilmente inteligentes que conozco. Está de enhorabuena. Se lo merece todo. Lola Beccaría sigue promocionando su libro "El arte de perder", una historia de amor tóxico que está conquistando a los lectores. Con Espido Freire hablo de proyectos para el año que viene, y le ayudo a localizar a una canapera habitual: se llama Mercedes y se cuela en las fiestas pretendiendo ser una enviada especial de un ministro, un alcalde o de la mujer del Presidente del Gobierno.
A mí estos personajes me hacen todos mucha gracia salvo la tal Mercedes. Una vez, hace doce años, estaba yo ayudando a vender unos libros de carácter benéfico, y vino ella y me pidió dos "de parte de Camilo José Cela". Recuerdo que le expliqué, con mucha paciencia, que aquellos libros no se podían regalar, que se vendían a beneficio de una asociación de niños disminuídos y que nadie, ni el autor, ni el editor, ni el ilustrador, cobraban un céntimo. Pues ni por esas. La tía cogió los dos ejemplares y se marchó con ellos. A mí me dio entonces un ataque de rabia justiciera, y afloró la macarra que llevo dentro. Dejé mi lugar en el puesto de venta, y en un tonode voz desaconsejablemente alto le dije a la canapera: "Mira, tía, no sé a dónde estás dispuesta a llegar para llevarte estos dos libros, pero yo estoy dispuesta a pegarme contigo para que no te los lleves". Mano de santo. La robalibros me devolvió los dos volúmenes, y confieso que en un primer momento me sentí decepcionada:llegado ese punto,estaba deseando repartir estopa, y hubiese sentido un placer desmesurado en propinar a aquella delincuente dos buenas bofetadas delante de todo el mundo. Volví al puesto colorada como un tomate, despidiendo adrenalina y sintiéndome una mezcla de Thelma, Louise, Steven Segal y Jackie Chan. Han pasado doce años desde entonces, y la tal Mercedes sigue colándose en las fiestas y comiendo canapés de gorra, pero creo que se le han quitado las ganas de chulear a la beneficencia.
He vuelto a leer "El guardián entre el centeno", para descubrir que es mucho mejor de loque lo recordaba desde mi primera lectura, hace veintitantos años. Y otro placer recién descubierto: la serie "The Wire", una joya de la televisión cuya primera temporada me he tragado enterita en tres días: un grupo antidroga de la policía de Baltimore luchacontra el tráfico de estupefacientes, los políticos corruptos, los polis malos... la factura de la serie, las interpretacíones, los guiones, los diálogos, convierten en una triste antigualla a series como "Canción triste de Hill Street". No te la pierdas, que merece la pena.
Mi barrio se prepara para vivir las fiestas del Orgullo Gay. A mí eso de estar orgulloso de ser gay me parece tan idiota como estar orgulloso de ser hetero, pero allá cada uno. Las fiestas dan mucho la lata - sobre todo, porque aquí la peña está convencida de que la diversión tiene que ir unida a la música estruondosa. Durante cuatro días, mi salón se convierte en una sucursal del infierno. Los cristales tiemblan, y cosas tan normales comover una película o mantener una conversación se convierten en ´misión imposible - pero también benefician a los hosteleros de la zona, así que haremos de tripas corazón , y aguantaremos mecha un año más. La mayoría de mis amigos homosexuales abominan del festejo, lo cual me parece que tiene cierta gracia. Ya contaré más la semana que viene si sobrevivo al jaleo.
Esta semana, y mientras acabo el cuento, pienso trabajar en una novela juvenil que he empezado. Se me ha ocurrido una idea muy buena sobre una historia completamente distinta a todo lo que he escrito hasta ahora. No sé qué saldrá de todo esto, pero me apetece probar. Porque, además, ya era hora de volver al trabajo.
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