miércoles, 30 de julio de 2008

De vísperas

Estoy a punto de macharme de vacaciones o algo así. Digo algo así porque me resulta bastante difícil no hacer nada. Tengo que hacer el artículo semanal que publico en El progreso, y empezar a preparar cosas para la próxima temporada y librarme así del síndrome posvacacional de aluvión de trabajo. Por lo demás, espero tener tiempo para leer. Ahora mismo estoy metida - y maravillada - con "La maravillosa vida breve de Oscar Wao", de Junot Díaz, premio Pulitzer el año pasado. Ahora tengo que decidir que otros libros meteré en la maleta en mi viaje a Lugo. Y, de todas formas, siempre podré surtirme de novedades allí.

Esta mañana desayuno con mi agente, Antonia Kerrigan, que está de paso por Madrid. Antonia es estupenda. Llevamos casi once años juntas - más que muchos matrimonios - y siempre nos ha ido bien. Esella quien redacta mis contratos, negocia los anticipos y me envuelve para regalo ante los editores. Se lleva un contrato firmado, y me trae buenas noticias: la agencia acaba de conseguir que traduzcan al serbio "El inventor de historias". Es mi primera traducción, y Lola Gulias, la ayudante de Antonia, asegura que es el principio de otras cosas... Ojalá!

Leo en varios diarios electrónicos la noticia de un descerebrado llamado Lluís Suñé, reconocido independentista y político en ejercicio, que ha pedido desde su blog ayuda para los niños extremeños en forma de apadrinamiento. Es su forma de protestar por la generosa aportación de Cataluña a las arcas de las regiones subdesarrolladas. A Lluís se le ha caído encima toda la furia de la gente con sentido común y también de alguna que ni siquiera puede presumir de tenerlo, así que se ha apresurado a decir que lo suyo fue una broma. Una broma graciosísima, desde luego. Media España se está partiendo de risa con las gracias de Lluís. Qué suerte ser tan simpático, chavalote. Lástima que los extremeños no gocen de tu singular sentido del humor y ya hayan informado de que van a empapelarte. Por chisposo, so melón.

Me comunicó por mail con mis amigos belgas. Voy a pasar en París parte del mes de agosto, pero antes me quedaré un par de días en Bruselas, y hemos hecho planes para vernos en Gante, donde viven ellos. Me prometen cerveza, patatas fritas y gofres. ¿Qué más puedo pedir? Vacaciones. Mañana empiezan.

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lunes, 28 de julio de 2008

Recuerdos de otra época

Accionando el mando a distancia y descubriendo las posibilidades de la TDT y no sé qué otras cosas que hemos instalado en casa, descubro una reposición de "Fama". Nadie ha olvidado aquella serie que hizo que subiesen hasta la estratosfera las matrículas en las escuelas de baile. Me encantaban aquellos chicos cuyos nombres aún recuerdo: Bruno Martelli, Coco Hernández, la señorit Sherwood, el profesor Sorovski... Cuando veía "Fama", era una niña de doce años que vivía en una ciudad pequeña, y a quien aquella serie le daba la ocasión de asomarse a un mundo que ni siquiera sabía que existía: el de una escuela de baile en el corazón del Bronx neoyorquino donde chicos y chicas buscaban la fama "pero la fama cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a pagar... con sudor", decía en la careta una de las profesoras, mientras sonaba el tema compuesto por Irene Cara: "Fame... I want to live forever..."

Hoy volví a ver aquella escuela y a los personajes de la serie. Descubrí que eran mucho más jóvenesde lo que yo recordaba. A los doce años, pensaba que los alumnos eran muy mayores. Ahora, por razón de edad, me identifico más con los profesores que con Leroy Johnson y los otros chicos. Nada era como yo creía entonces. Los números de baile me parecieron cursilones. Los diálogos, más bien estúpidos. Bruno Martelli había agotado todo su potencial de atractivo arisco y misterioso pata transformarse en uno de esos tipos antipáticos de la escuela "House" a los que no puedo ver ni en pintura. El profesor Sorovski no era un anciano venerable, sino un viejo tontorrón y sobreactuado. Ojalá no hubiese visto ese episodio para descubrir lo falsos que pueden ser a veces los recuerdos de otra época.

En la primera página del diario El Mundo aparece hoy el extraordinaro trabajo de Ángeles Escrivá y Casimiro García Abadillo, que han descubierto los manejos de De Juana Chao y su abnegado entorno para ahorrar al asesino díasde estancia en prisión. A base de chanchullos de distinta índole, la sanguijuela De Chaos acumuló más de setecientos días de redención de pena que, en justicia, no le correspondían. Y ahora ¿qué pasa? ¿Va a salir cuándo le toca, cachondeándose una vez más de nuestro sistema? ¿O actuará la fiscalía y revisará sus papeles para poner las cosas en su sitio y a De Juana en la celda, para que inicie su enésima "operación bikini"?

Hay otra cuestión: ¿por qué han tenido que ser dos periodistas los que revelen esta nueva ignominia? ¿por qué desde la fiscalía no se han investigado los papeles académicos de De Juana del mismo modo que lo han hecho Escrivá y García Abadillo? A todo esto, mis colegas acaban de firmar sus respectivas sentencias de acoso y derribo. ¿No pueden ocuparse de estas historias las instancias correspondientes para que no tengan los reporteros que poner la cara para que se la partan?

Esto no es el Watergate. Esto no es una investigación elaborada a partir de intuiciones ni pistas estrambóticas. Es un simple trabajo de oficina que nadie ha querido hacer hasta que llegaron dos periodistas y se pusieron manos a la obra. Me gustaría que los impuestos que pago sirviesen también para sufragar estas cosas. Prefiero que mi IRPF se use para que le pasen el escáner a las notas de De Juana Chaos que para media docena de sandeces que paga alegremente el erario público.

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viernes, 25 de julio de 2008

Verano en la Ciudad

El mes pasado, una revista femenina me pidió unas líneas sobre las ventajas de pasar el verano en la ciudad. Yo no sé cómo lo hago, pero todos los años pringo en Madrid unos cuantos días de agosto. Debe ser que me organizo mal. O que me organizo bien: en el fondo, el verano en la ciudad tiene su encanto, y así lo defendí en mi conato de artículo (digo conato porque sólo tenía diez líneas)

En primer lugar, las noches son espléndidas si se pasan callejeando. Es tan corto el verano, y tan largo el invierno... aprovechemos para lucir hombro y pierna, porque aunque nos empeñemos en no recordarlo, nos quedan dos telediarios para hacerlo como es debido.

Luego está el asunto de los restaurantes: entre la crisis y el éxodo vacacional, puedes encontrar mesa en cualquier sitio. Ayer cenamos en SUA, uno de nuestros favoritos. Estaba medio vacío. Es un sitio precioso, y se come estupendamente. Luego tomamos unos cócteles en Del Diego. Como siempre, abarrotado. Fernando, el barman y dueño, nos cuenta que cierran en agosto, y yo me pregunto dónde podré abrevar a gusto en esos días.

Otra ventaja del verano son las rebajas. A finales de julio, los de las tiendas se asustan ante el superávit de existencias - porque la entrega de los artículos de otoño es inminente - y saldan casi todo. Ayer, en una visita a una tienda de Hortaleza, me hice con un vestido, un bolso y unos zapatos por poco más de cien euros. El vestido es normalito, y el bolso más bien de batalla, pero los zapatos dan el pego, y de qué manera. Conozco una zapatería que, en los últimos tres días de julio, aplica un cincuenta por ciento a los zapatos de Tod´s y Prada. Es el momento perfecto para montarse el fondo de armario del año que viene.

Y luego están los amigos: todos los que pasan el verano en la ciudad se sienten como náufragos malditos por la suerte, que les obliga a tragar asfalto mientras el resto de la humanidad se refresca en las playas. Así que nos vemos invadidos de un raro instinto gregario que nos empuja a hacer planes fastuosos para vernos y vengarnos de los más afortunados: no veremos el mar, pero podemos pasarlo igual de bien. Para los próximos días tengo proyectadas dos comidas y dos cenas, amén de cafés, copas y puros con gente divertida y a la que quiero mucho.

En estos días, no puedo evitar recordar los veranos de la infancia, que eran largos y a ratos tediosos. Veranos que empezaban el veinte de junio y se alargaban hasta la segunda semana de septiembre. Veranos hechos de comidas familiares, del viaje anual a la playa - a Ibiza, primero, luego a Canarias, donde me esperaba un feliz ejército de diecinueve primos - de excursiones al campo con nevera de plástico y termo lleno de filetes empanados. Veranos de emociones y sí, también del aburrimiento que acompaña a la infancia. Porque ahora la diversión es, para los chavales, una especie de derecho adquirido. Pero yo me aburría, y también mis hermanos, y mis amigos. Ahora, losniños dicen "me aburro", y los padres se sienten los peores progenitores del mundo, y se apresuran a crear un complicado ecosistema de disfrute para que los niños encuentren la forma de pasarlo bien, y no se les cree un trauma que les lleve al botellón, las drogas y los asesinatos masivos. Cuando nosotros, hace treinta años, decíamos "me aburro", la respuesta era siempre la misma: "pues será porque quieres". Ahora no me aburro nunca. Pero a veces, para qué voy a decir otra cosa, añoro aquellos veranos que se estiraban como si fuesen de chicle, y las tardes largas en las que buscábamos desesperadamente algo que hacer mientras, en secreto, aguardábamos la llegada de septiembre.

Por lo demás, mis verdaderas vacaciones están a la vuelta de la esquina. Aunque, como siempre, serán relativas: a Galicia tengo que llevarme algunos deberes. Debo leer una veintena de originales para cumplir con mis obligaciones de jurado en el Premio Lengua de Trapo y en el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. ¿Cómo voy a aburrirme en semejantes condiciones?

P.D- Si a alguno le apetece ver el trailer y el making of de la película en cuyo guión he colaborado, entrad en www.laconjura.es

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miércoles, 23 de julio de 2008

De regreso

Por fin. Han sido tres semanas de ausencia justificada. Tres semanas, largas como un día sin pan, privada de algo que se ha convertido en una mezcla de diario personal, paño de lágrimas, dazi-bao, muro de las lamentaciones... En fin, que ya estoy de vuelta.
Razones de mi desaparición: el blog se estropeó. Que nadie me pregunte por qué. Ni siquiera mis programadores entienden qué es lo que ha pasado. El caso es que estoy de vuelta, y espero ser constante en mis post. Por cierto, gracias a los patrocinadores, que han demostrado una paciencia casi franciscana, y también a los amigos que han seguido visitando la web.

Después de tantos días fuera, tengo mil cosas que contar. El fin de semana pasado estuve en Milán. Era una visita esencial para un capítulo de mi nueva novela. Nunca había estado en la ciudad, y uno de los episodios tiene que transcurrir precisamente allí. Los que la lean entenderán por qué.

Fue un viaje estupendo. Milán es un lugar muy raro, muy desordenado, muy caótico. Daría algo por poder ver la ciudad antes de los bombadeos, pues intuyo que los palacios se multiplicaban por cien. Aún así, Milán sigue conservando decenas y decenas de hermosos edificios con balcones cuajados de flores. De todas lo visto, me quedo con el paseo por las terrazas del Duomo, con el evocador palacio de los Visconti y con la fabulosa iglesia de San Giorgio Maggiore y la capilla que llaman "del cielo de oro", cuya cúpula está cuajada de miles de doradas teselas.

Por cierto, el cinco de septiembre se estrena "La conjurade El Escorial", en la que he participado como guionista. Id a verla, por favor. Yo ya he asistido a una proyección, y el resultado es más que bueno. Julia Ormond está impecable como Princesade Éboli. Jason Isaacs parece haber nacido para encarnar a Antonio Pérez. Y Juanjo Puigcorbé es el mejor Felipe II de la historia del cine. Está soberbio.

Mañana, mucho más. Da gusto volver a casa